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En otros dos países, las urnas, como está pasando a lo largo de toda Europa, se han llevado por delante a los gobiernos que les ha tocado gobernar en tiempos de crisis. En Grecia, el PASOK socialista ha sufrido un duro golpe, y si en Grecia ha sido la izquierda, en Francia ha sido la derecha de Nicolás Sarkozy.

Pero sin duda, no va a ser Grecia la que conduzca hacia el futuro la política europea. Sí puede ser en cambio, Francia. Pueden ser quizá los cinco años que de momento tiene Francois Hollande para cambiar la empecinada política de la Canciller alemana Angela Merkel, que ha fuerza de recortar gastos, está dejando Europa incapacitada para crear las condiciones que permitan regenerar una industria asfixiada por la falta de créditos y la paralización de consumo, lo que obviamente conlleva a que no sólo no se creen puestos de trabajo, sino más bien todo lo contrario, se sigan destruyendo, y con eso, aparejado a la sensación de pánico bursátil y el abatimiento de la población, se ha ido creando una situación insostenible. La ciudadanía está viendo día a día, como las restricciones, la brutal pérdida de los derechos de los trabajadores, de momento sólo ha servido para crear más paro, llegando a extremos inauditos como en Italia, con el suicidio de cerca de la treintena de empresarios, y en Grecia, esa otra situación tercermundista de las madres que abandonan a sus hijos pequeños por no poderlos alimentar, o lar largas colas de parados y jubilados para conseguir un bocadillo y una pieza de fruta.

En España, algunos, sobre todo de un PP en la oposición, manifestaban, creo que aun sin pensarlo, que sólo España estaba en crisis, y que la culpa, como no, era de Zapatero. Supongo que ahora, en el gobierno, aparte de que aún les sirve utilizar el mismo argumento, ya se habrán dado cuenta que las cosas ni eran ni son así desgraciadamente, porque si sólo España tuviera problemas, al rebufo de bonanzas europeas saldríamos adelante. Pero poco o nada se puede esperar de quienes están pasándolo tan mal como nosotros o aún peor.

En su campaña electoral, Francois Hollande prometió volver la jubilación francesa a los 60 años, y hacer comprender a la Canciller alemana, que una población a la que se la somete a fuerza de restricciones a la pura incapacidad de no poder consumir, nada más que estrictamente lo necesario, se cierra las puertas a cualquier producto que la industria pueda producir, y eso no es otra cosa que la antítesis a la creación de puestos de trabajo, que para mí tengo que en puridad no es ni siquiera crear puestos de trabajo lo que necesita Europa, nos daríamos con un canto en los diente, si fuéramos capaces de recuperar los perdidos.

Aquí en España, y bien sabe Dios lo que me cuesta tener que decirlo, lo tenemos peor que en otros países europeos, ya que el 70% de los parados, proviene directa o indirectamente del sector inmobiliario; un sector que después de cuantificar lo construido que está por vender, no es aventurado decir que está hundido para muchos años, añadiendo a esta penuria el que sea el propio gobierno el que ha paralizado drásticamente la obra pública. De manera que lo nuestro no es volver sobre ese camino, si no inexorablemente, tener que explorar caminos nuevos. Para eso, más que el agua de mayo, se necesita que los créditos bancarios vuelvan a circular con fluidez, pero naturalmente una fluidez planificada, controlada y fiscalizada por el gobierno, so pena de volver a generar una nueva burbuja tóxica que añadir a la que creó el desmadre de la construcción, donde los gobiernos tanto tuvieron que ver por su postura inane, respecto de haber fiscalizado aquel desastre.

Ahora un gobierno francés completamente distinto y distante del anterior, abre por lo menos las puertas de la esperanza. Sarkozy significaba la continuidad en Europa de una forma de manejar la economía que nos ha llevado a empeorar en vez de mejorar las cosas.

La Sra. Merkel, por voluntad del pueblo francés, tiene que cambiar de pareja de baile. La imagen de Merkel y Sarkozy como pareja política, ha terminado. Si no estuviéramos hablando de ellos como políticos, sino simplemente de una pareja de enamorados, podríamos decir que se les acabó el amor de tanto usarlo. Lo que el votante ha llegado a decir en las urnas, es que no estaba de acuerdo en la dualidad franco-alemana, de hacer una política basada solamente en que el estado tenga una economía saneada, sin importar a costa de quien y sin importarles que la ciudadanía esté pasando por dolorosas consecuencias que en amplios sectores se están haciendo inaguantables.