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A veces tengo la sensación de vivir en un auténtico país de locos. La decisión del Gobierno de Mariano Rajoy de acelerar el saneamiento de Bankia con una inminente inyección de alrededor de 10.000 millones de euros y la dimisión del presidente de la entidad financiera y exministro de Economía del Ejecutivo de José María Aznar, Rodrigo Rato, han roto todos mis esquemas. Los míos y los de muchos otros. Precisamente ayer el corresponsal de "El Mundo" en Asia, David Jiménez twiteaba: "Bienvenido al nuevo orden en que los bancos embargan a los ciudadanos y los ciudadanos prestan a los bancos". Una reflexión interesante teniendo en cuenta el devenir de los acontecimientos.

Mientras los políticos debaten la conveniencia de la operación de rescate que ultima el Gobierno y la entidad pierde su valor en la Bolsa, los estudiantes universitarios no ven otra salida que emigrar al extranjero en búsqueda de una oportunidad, los colectivos de afectados de hipotecas recogen firmas en favor de la dación en pago e incluso profesionales sanitarios de conocida tendencia conservadora se manifiestan junto a sus compañeros para protestar contra los recortes en materia de Sanidad Pública. Todos estos ejemplos suponen un grito a la sensatez que, por el momento, nadie parece escuchar.