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En esta amplia galería de escritores que nos han dejado y cuya memoria nos proponemos rememorar periódicamente, no puede faltar la figura del escritor y periodista Francisco Umbral (Madrid, 1935-2007), seudónimo literario de Francisco Pérez Martínez, uno de los articulistas y columnistas más importantes de la prensa española de las últimas décadas. Aunque nacido en Madrid, su infancia y juventud transcurrieron en Valladolid, circunstancia que va mucho más allá de la pura anécdota. Esta ciudad resultaría clave en su carrera literaria. En ella fue donde se inició como periodista bajo los auspicios y el magisterio de Miguel Delibes, quien, en los años sesenta del pasado siglo, dirigía el periódico vallisoletano El Norte de Castilla. Una vez instalado en Madrid colaboró con los principales diarios y revistas y, con ello, se ganó una notable popularidad por el tono directo, irónico y, en muchos casos, provocador de sus artículos periodísticos. En uno de sus últimos libros Días felices en Argüelles(2005), que recoge sus memorias periodísticas, afirma su plena identificación con la tarea de columnista: " Desde adolescente supe que este asunto del columnismo periodístico era exactamente a lo que quería dedicarme". Sin duda fue ésta una de las parcelas más brillantes de su literatura, incesante y muy vasta.

Escritor infatigable, con el tiempo, el Umbral cronista prevaleció sobre el novelista en una trayectoria caracterizada por una síntesis total entre periodismo y literatura hasta el punto que es muy difícil intentar clasificar en géneros estrictos su producción, que discurrió, casi siempre, al margen de las tendencias modernas de la narrativa castellana. Sus novelas y ensayos tienden habitualmente al memorialismo en los que unifica vida y literatura. Ya en sus inicios publicó dos excelentes ensayos: Larra, anatomía de un dandy (1965) y Lorca, poeta maldito(1968). Umbral se sentía muy a gusto cultivando un género sin límites formales ni condiciones de ningún tipo: el cuaderno de escritor o el diario con el que podía recrear lo mejor de sus aptitudes literarias. Es el caso de Memorias de un niño de derechas(1972) o Diario de un escritor burgués(1979).

Con la llegada de la democracia y en plena transición política, sus columnas publicadas en "El País" bajo el título "Diario de un snob" y luego "Spleen de Madrid" le consagraron como el gran cronista de la España contemporánea. Sin embargo su afinidad ideológica con la izquierda se disolvería en los años noventa, quizás motivada por el desencanto y la desorientación que pudo experimentar, al sentirse fuera de la nueva realidad que el fin de siglo y las nuevas generaciones encarnaban, como puede verse en su novela El socialista sentimental (2000) o en Madrid, tribu urbana (2000), sus memorias de un señor de izquierdas sobre un "socialismo de derechas". Fue entonces cuando decidió colaborar en El Mundo, en el que en su rincón de Los placeres y los días siguió retratando con lucidez, ironía y humor, a menudo abrumado de amargura, la vida social, política y cultural del país.

De entre su extensa producción narrativa, queremos destacar, especialmente, dos títulos, que, posiblemente, muestran lo mejor del Umbral literato. Las Ninfas (1976), obra con la que ganó el Premio Nadal del año anterior, es un excelente relato sobre el idealismo adolescente, una especie de autobiografía retrospectiva de un joven en una ciudad de provincias en la que manifiesta los temores del protagonista, a caballo entre la infancia perdida y la condición inquietante de adulto.

Mortal y rosa (1975), una de sus novelas más emblemáticas, de tono intimista y desesperanzado en la que rinde tributo a su único hijo, fallecido a los seis años, víctima de una cruel leucemia. Sin duda, uno de los episodios más amargos de su vida que motivó esta obra en la que da rienda suelta a todo el profundo dolor y sufrimiento que le produjo esa tragedia. Según las propias palabras de Umbral, la novela constituye su "poema en prosa de mi vida", un reflejo de un tiempo tenebroso del escritor que, al decir de Miguel García-Posada: "… de este hecho desolador emerge la fuerza intensa del relato, un dolor encerrado en la lírica más profunda y hermosamente bella de Umbral".

Su enorme caudal literario le valió numerosos galardones, entre los que destacan el Príncipe de Asturias en 1996 y el Cervantes en el 2000. Sin embargo, aunque era su aspiración, no llegó a ingresar en la Real Academia. Su actividad periodística y literaria, permanentemente frenética, la mantuvo hasta el final de sus días. Y lo hizo fiel a su identidad inconfundible, haciendo gala de un estilo incisivo y brillante y de una renovación constante del lenguaje, poético y vanguardista, pletórico de imágenes. Amado siglo XX fue el último libro que publicó, su auténtico testamento literario en el que Umbral hace un melancólico recorrido a través de personajes, momentos y situaciones que revive con su proverbial lucidez y originalidad. Se trataba, según sus propias palabras, de un libro que despide el siglo XX y, sin duda, me despide a mí, un presagio que, fatalmente, se cumpliría pocos meses después al morir en agosto del 2007. Sin embargo, ya por siempre nos quedará el recuerdo de quien fue un narrador excepcional y una figura clave del periodismo español contemporáneo.