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Ya advirtió Schopenhauer, que era alemán, que la vida humana suele oscilar, como un columpio, entre dos males igualmente devastadores: la angustia y el aburrimiento.
Al primero, hoy lo llamamos estrés. La mayor preocupación que nos acucia, consiste en poder cubrir nuestras necesidades básicas de una manera digna. Alimentación y vivienda estarían entre las primeras del ranking. Pero luego hay muchas otras para elegir. La seguridad, es una necesidad que las compendia y agrupa todas. Mejor dicho, la sensación de seguridad, que es tanto o más importante que la seguridad en si misma, puesto que nos mantiene permanentemente en vilo. Por eso, un equilibrista puede sentirse seguro haciendo sus piruetas sobre el alambre y, en cambio, un multimillonario puede vivir muerto de miedo y aprensiones, sabiendo que nada de lo que disfruta durará para siempre. Porque las necesidades -como los problemas- si no se tienen, se inventan…Y todo para evitar caer en el segundo de los males anteriormente citados: el nefasto aburrimiento.

El tedio (no saber que hacer) es una de las experiencias más insufribles que existen. De ahí que muchos jóvenes y otros no tan jóvenes, organicen botellones o fiestas multitudinarias. Con la ayuda de alguna sustancia, generalmente líquida, consiguen evadirse momentáneamente, mover rítmicamente el esqueleto y conocer a gente de su entorno para entablar una preciosa amistad (Dj ya es un título de formación profesional).
La lista de actividades lúdicas que se han inventado los hombres y mujeres (hoy compañeros y compañeras, antes damas y caballeros) sería interminable. Se trata de pasar el rato de la mejor manera posible. Pero ¿qué es el rato? Es lo que tenemos que aprender a pasar y, si es posible, sin que nos salga demasiado caro…

Aristóteles, que era griego, nos dijo que la virtud está en el término medio (In medium virtus est). Como ejemplos de virtud cabe señalar el valor, que está entre la temeridad o "manca de seny" y la simple cobardía; la templanza, entre el que no sabe disfrutar de nada y el que no sabe frenar a tiempo; o en economía, situándonos sabiamente entre el ahorro compulsivo o tacañería y el despilfarro irresponsable o eso que todos conocemos.
Un sutil juego de equilibrios; un estar alerta ante los posibles excesos; un lugar al que hay que saber llegar, a medio camino entre la euforia y el derrotismo; una lucha siempre inestable, en la que tan malo resultaría darnos por vencidos de antemano, como pensar que ya lo tenemos todo ganado. Ambos males, eso si, se combaten huyendo de una seductora tentación: el egoísmo individualista.

Encerrarse en si mismo, aunque estemos acompañados por otras personas, es la fuente de una profunda insatisfacción y ausencia de virtudes. Pero tampoco el que se refugia en la anónima colectividad del rebaño, renunciando a su identidad personal e intransferible.
"Entre poc i massa, sa mesura passa". No se angustien, no se aburran…sean virtuosos. Aunque les advierto que este tipo de virtud, los extremistas de todo tipo no pueden soportarla.