17/04/12 0:00
Era de sobra conocida la afición del rey por las cacerías, un hobby sangriento y desagradable que ya le valió duras críticas hace unos años cuando abatió varios osos y un lobo en Rumanía, aunque la Casa Real emitiera entonces un desmentido sin dar más detalles. Esta vez ha sido un elefante, otra especie protegida, el triste protagonista de esta larga historia del gusto de los poderosos por aniquilar animales, cuanto más preciados sean mejor. Habría para un largo análisis sobre esa tendencia cruel, que no persigue la propia supervivencia sino solo el gusto por matar, pero es que la noticia además ha llegado en muy mal momento.
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