A mí, los recortes, me parecen necesarios. Si partimos de la base de que en las cuentas del Estado no quedan ni los bolígrafos de propaganda que se regalan en cualquier empresa no queda otra que recortar milloncejo aquí milloncejo allá para cuadrar un presupuesto que parece predestinado a pasar hambre. Desde esta columna quiero lanzar unas propuestas para ahorrarnos un dinero que quizás luego se podría volver a invertir en Educación y Sanidad, los dos pilares que, bien gestionados, pueden propiciar el milagro y que el día de mañana el número de Belenes Estebanes y Paquirrines en potencia en este país, a diferencia del paro, disminuya.
Cada evento político que se da acaba en una abundante comilona que subvencionan 'las dietas' que otorgan los partidos políticos. Yo propondría que a partir de ahora cada vez que se junten las cabezas pensantes en una mesa cada uno lleve un tupper de casa. Como cada hijo de vecino. Yo que sé, que Rajoy le envíe un 'Whatsapp' a Rubalcaba y le diga: "Alfredo, tú traes las croquetas que yo pongo la tortilla, Rosa Diez, las pizzas, y Gaspar Llamazares, que es más progre, traerá el 'kalimotxo'". Es una opción para ahorrarse los 150 euros que se puede dejar cada uno y que, así como está el panorama, resulta un poco triste.
Te cuento un secreto, amigo lector. Uno de los mejores remedios cuando estoy enfadado es hartarme a comer. Un mal día cambia totalmente devorando, por ejemplo, un platazo de pollo al chilindrón de mi madre. A lo mejor a Mariano, Alfredo and company les pasa lo mismo, descubren las croquetas, receta de la abuela del líder socialista, y se les pasa la cara de cabreo que lucen cada vez que aparecen en la caja tonta.
Pero la verdad, y llegados a este punto, a mí los políticos me dan un poco de pena, me sabe mal por ellos. A mí me parece que tienen un lío en la cabeza que no lo arregla ni una ración triple de croquetas con tortilla y Coca Cola light. Porque los que antes se quejaban de una cosa son ahora los que la hacen y la defienden a capa y espada y los que antes la hacían pregonando que era la mejor opción, ahora lo critican como si fuera una decisión malvada. La diferencia es que los que antes gobernaban ahora están en la oposición y viceversa. Pero no te preocupes, amigo lector, que los dos coinciden en una cosa: Que al final no hacen nada, pero las croquetas están de vicio.
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