Su manera de ser, familiar, sencillo y humano, convirtieron a Situ Farrera, en amigo de cuantos generales pasaron por Menorca. Su esposa, Nini, no Margarita como la nombré involuntariamente el pasado sábado, solía preguntarle, "¿Situs, i tu no estàs empagait, de xerrar amb es general?" No, ni mucho menos, el general es una persona como tú y como yo. Le respondía. Por supuesto, que no todos se asemejaban en simpatía y manera de ser, cada cual tenía su manera de ser, pero la mayoría tal como el decía a su mujer, fueron buena gente.
Por supuesto, que no todos tuvieron las mismas ansias de pasear en falúa. Incluso, hubo algunos que fueron contadas las veces que bajaron hasta baixamar. Incluso alguno, llegado de tierra adentro, se mareaba, con tan solo subir a la embarcación.
Una cita ineludible, acudir a la procesión de la Virgen del Carmen, invitación que recibían por parte del jefe de la Estación Naval. Los que vivimos aquellos años, lamentamos el que no se hayan seguido los protocolos de la misma, tanto que hace años no bajo a verla. Muchos de ustedes estarán de acuerdo que desde los ochenta, va perdre tots es llansols, convirtiéndose en un tumulto de embarcaciones sin ton ni son. Haciendo gala de velocidades inaceptables, sonando pitidos, gritos, etc.
Cuando en nuestra memoria se encuentra lo que se tiene por procesión. En primer lugar salía, marcando el paso, el remolcador de la Base, portador de la Virgen, el capellán del lugar y el coro, un coro que daba gloria, escucharlo. A babor y estribor, las gemelas como se conocía a las falúas del general y de la Estación Naval. Continuaban tras ellas, los remolcadores de Transportes Militares la número 1 y 2, siempre guardando la misma distancia, dando la sensación que lo habían ensayado, cronometrado. Repito con un orden ejemplar. A partir de aquí las "del bou , llaüts y tèquinas" particulares en general, siempre en orden, despacio respetando el motivo que los había unido, acompañar a la patrona de la marinería. Llegaban hasta la isla Plana, antiguo lazareto, sin pitidos ni estruendos, fuera de lugar, imperando la corrección. De regreso, dando la vuelta pasando junto la ladera norte, cuando el día ya se había ido apagando, vislumbrándose el sol en el poniente, lo que motivaba que los vecinos de san Antonio y Cala Rata, hubieran ido preparando a lo largo del día montículos de maderas prendiéndolos en vistosas fogatas. A la vez que desde la fortaleza de Isabel II, un potente reflector de tiempos de la guerra, con su potente luz, se iba paseando de un lugar a otro de la rada.
Al llegar a la altura de la isla Pinto, marineros situados junto a la barandilla, iban encendiendo sus hachones, dando una vistosidad especial. Recibiendo a la patrona. Se llegaba al lugar donde se había iniciado, con el mismo ritual en orden, algo que vendría bien se continuara, las autoridades no deberían permitir, lo de estos años pasados, lanchas pasando a una velocidad impensable, formando altas olas, gritos, músicas de unos y otros, a un volumen inadecuado, una lástima, una verdadera lástima.
Una de las anécdotas, versa sobre uno de aquellos acontecimientos en que el patrón de la motora del general recibió un comunicado de sus superiores, dándole la noticia de que se le había multado con trescientas de las antiguas pesetas, que era la paga mensual, por no haber respetado la marcha junto a la otra falúa. Fue un chasco i un no m'ho pens, por parte de Situs, y mucho más al leer la rúbrica de la multa, se trataba de don Baldomero Hernández, hombre generoso con sus semejantes, a la vez que muy disciplinado. En cierta ocasión, con motivo de que todas las semanas venía a visitar a mi padre, ambos lo recordaron, siendo motivo de risas que les transporto a otros tiempos en que el se veía supeditado por sus mayores a una disciplina de dalt de tot. Descansen en paz.
Mientras Lorenzo Orfila tomó el timón de la falúa en 1940, el cargo de mecánico de la misma lo ostentaba Conrado Mantolán Arbona. Ambos vestían uniforme azul marino, de lana en invierno y de tela de gabardina en gris para el verano, botonadura dorada. Vestimenta que utilizaban en los viajes de diario, que debido a la mala condición de la carretera que conducía a La Mola, era preferible hacer el recorrido por el mar. En aquellos tiempos, se recibían infinidad de visitas de militares, gobernador civil, capitán general, lo que hacía que el motor Hispano Suiza, se pusiera en marcha moltes vegades. Patrón y motorista, disponían de uniforme de gala, en azul marino para invierno y en blanco para verano. Los recuerdo a ambos preciosos, en blancura y planchado, lo que motivaba las bromas de sus compañeros de las motoras, lanchones, en verdad que parecían dos almirantes.
Por supuesto que se podría escribir mucho más. Pero renuncio a ello por aquello de que una imagen vale más que mil palabras, me decanto por la publicación de varias fotografías de aquellos momentos.
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