Con cara de saber cómo y en qué momento, pronunciando palabra a palabra el discurso del incrédulo convenciendo, le sudan las manos en puro invierno, es el fuego a sus pies y frente al pueblo, se le seca la boca y se bebe el ego. Mira a su alrededor y lo cree suyo, hasta apoderarse de cada parte del conjunto en su ilusión, y fascinado por su propio poder imaginario se deja olvidar de la incapacidad que le abastece. Noche oscura, bailan nubes lejanas con la remota luna, habla el chamán con el cosmos y comprende que está sólo. Hay un cordero a sus pies, es el presente; está muerto y abierto en canal para poderlo leer sabiamente. Solo él conoce el lenguaje de las vísceras arrancadas por desesperación, solo él sabe cómo interpretar los surcos de sangre, los colores, la temperatura, las dimensiones y rugosidades y cualquier otro detalle o anomalía, reconocibles solo por los más expertos, por los dotados de tal pericia, herederos legítimos de los Tratados de la Estadística. El pueblo espera, expectante, tras años de sequía, agotadas las fuentes, busca soluciones, a cualquier precio, necesitan un horizonte al que mirar, un futuro al que agarrarse, un remanso a la miseria que no cede en cebarse, ellos confían en el nuevo chamán, al fin y al cabo superó ante todos al anterior: predijo su muerte y lo mató.
Un salmón en Leteo
El cordero y sus vísceras
17/02/12 0:00
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