De este hombre, se podría escribir tanto. Me encantaría glosarlo tal como se merece. Conocido por Situs Farrera e iniciado en las artes de la pesca cuando los niños de casa ben estanta dormían en mullidos colchones y acudían a la escuela, el niño Situs y los de su época, por ser pobres, se libraban de las ataduras escolares. En el caso de Lorenzo Orfila, el mar, el aire libre, sus correrías por los campos le hacían soñar que cuando fuese un chico mayor navegaría y tendría la oportunidad de conocer los mejores puertos. Efectivamente, así fue. Se embarcó, cambió de buques y veleros, aprendiendo de aquellos patrones a los que se les llamaba lobos de mar. Auténtica escuela de navegación.
En esta ocasión giro página y vuelvo hacia atrás, en un principio dije del señor Orfila, que sus comienzos fueron con las consabidas bolitxeres. Gracias a la prensa de antaño, me entero que la sardina se pagaba a una peseta el kilo. Al mismo precio se pagaba sa xucla, saupa, sa ratjada vera i es verat. Incluso en la pescadería y los pescadores de venta ambulante, al grito de… peixetó barato… Los había mas económicos: escurçana, mussola, clavell a sesenta céntimos. Los más caros. Orada, variada, esparrall, mabre i pagell, déntol i morruda. A dos pesetas cincuenta céntimos.
La sardina a la que se dedicaba el suegro de Lorenzo, en unos años que n'hi havia a cascarrells en un tiempo que era tanta la que llegaba a coger, que se obsequiaba al pueblo, era el pregonero del ayuntamiento el encargado de anunciarlo a toque de tambor, esquina por esquina, se podia bajar a baixamar, donde se les entregrá un paner o un ribell de sardina.
El ser admitido a faenar en la empresa de can Metis, que años después sería su suegro, fue una bendición celestial. Tuvo la oportunidad de un trabajo, poder entregar a su madre un jornal y un paneret de peix . Debo añadir que a principio del siglo XX en la isla había un gran número de pescadores. Encontrándose en Mahón, Villa Carlos, Ciudadela y Fornells. En esta última población la mayoría de habitantes lo eran.
El ramo de la pesca daba la oportunidad de poder trabajar a familias enteras, al tiempo que a los mayores, que por cierto no se jubilaban jamás, todo lo contrario, trabajaban mientras su salud se lo permitía. Los abuelos confeccionaban redes, varios tipos de nasas, de embudo, las de campana, las redondas en la parte inferior y planas en la superior, para congres. No puedo dejar de citar las de grandes tamaños que mi padre me hizo anotar bajo el nombre de gambins d'agafar sargs, palangres i es volantins.
A finales de verano secaban pescado al sol. Abriéndolos por la mitad, despojándoles ses panxes a sorells, verats, xucles i gerret. Esta clase de pesca, guardada en salazón, resultaba un buen remedio al llegar el temido invierno, alimento con que se abastecían las familias más humildes.
El 19 de febrero de 1923, el niño de barca, con tan solo veintiún años, se casó con Margarita Pons na Meti, en la parroquia del Carmen, los padres de ella les alquilaron una de las dos casas que tenían en la calle de Santa Cecilia 22, que con gran ilusión arreglaron. Allí nacieron sus hijos.
Al desembarcarse, compró un bote, dedicándose hacer berguins, oficio muy peculiar en baixamar del que tuvo que desistir, por las malas artes de cierta mujer mallorquina, esposa de un berguiner que se situaba en lo alto de la cuesta de la Abundancia, vendiendo los tiques para que fueran con su marido, aludiendo que la embarcación de Situs amenazaba, que no se fiaran de él. Tiempo después, la deshizo para vender es claus d'aram. Esta era la modalidad de los maestros de ribera.
Durante infinidad de años, Lorenzo Orfila fue el acompañante de Enrique Mir Álvarez, reconocido dentista con alma de mecánico y dedicación a la pesca. Amaba este arte con frenesí. Disponía de un precioso laúd, curiosamente pintado en rojo al que bautizó, Farragut. Gracias a su hijo Pedro, continuador en el oficio, al que tengo gran estima, he conocido varias curiosidades de Situs, dignas de ser publicadas.
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