Hace unos días que nos volvimos a encontrar algunos de aquellos jóvenes que iniciamos la organización del Grup Excursionista Joan Mercadal. Esta agrupación juvenil, tan activa en el Maó de los primeros años setenta, constituyó para aquellos jóvenes la praxis de una conciencia obrera que buscaba nuevas alternativas a la realidad social predemocrática y fue un semillero de cultura popular. Esa conciencia de pueblo no nacía de un mero amor a la tierra natal, ni era el cielo protector ni las tradiciones. Solo se pretendía que fuesen hombres libres, que viviesen bajo las normas que se dieran a si mismos, con unas conductas que sirvieran de garantía y defensa de nuestros derechos civiles.
Para ello era muy necesaria la formación, una formación que iría llegando a medida que tuvieran el control de sus proyectos, que consiguieran ser autogestionarios. Desde esa posición alcanzaron una mayor vinculación con su entorno. Fueron asumiendo que las cosas no se cambiaban por obra y gracia de los espíritus ni por la evolución del régimen, sino por la voluntad y la unión de las fuerzas de las personas.
La libertad de pensamiento nos enriqueció para vivir la vida con dignidad , y nuestro deber era vivirla, venciendo el miedo y los fantasmas que habitaban en muchos hogares por aquel entonces. No nos preocupaban las formas externas, vestimentas, peinados, barbas, melenas… Solo pretendíamos que el ocio se viviese lo más colectivamente posible, rompiendo con el individualismo que les separaban.
El grupo marcó una línea más integradora que la de otros grupos existentes. Me alegraba ver cómo aquellos muchachos se instruían y se dedicaban a tener más conocimientos musicales, literarios, históricos, y cómo en sus salidas manifestaban siempre y sobre todo un profundo amor y respeto por la naturaleza.
Nuestro esfuerzo mayor era conseguir que nadie se aburriera y las orientaciones iban encaminadas a disfrutar del tiempo libre, de nuevas aficiones, sin ninguna coerción, para que no cayesen en el gamberrismo, el alcoholismo o la drogadicción. Se sentía la necesidad de tener contactos con otras pautas culturales , para que se configurasen como personas de conciencia universal, lejos de los localismos infantiles.
Ante la política que está llevando el PP y las administraciones de Menorca, estoy seguro de que aquellos jóvenes estarían hoy ocupando las plazas y con sus canciones reivindicativas exigirían sus derechos. Oigo en la lejanía los ecos del "No nos moverán."
El problema que veo en estos momentos de crisis es la gran amenaza que supone para la juventud el aburrimiento que empiezan a experimentar muchos jóvenes. No hay políticas sociales para que amplias capas de este sector puedan disfrutar de sus ratos libres de forma lúdica y creativa. En esto los ricos disponen de muchos más medios, pero probablemente no siempre los sepan aprovechar. Hoy la alternativa que nos presentan los políticos del PP de Maó consiste en ampliar el horario de cierre de los bares de copas hasta la madrugada y dar facilidades para un ocio nocturno digamos que poco sano. ¿Será ésta la nueva política que propondrán para decir que hay salida a la crisis? Me preocupa, y no poco, observar la inutilidad de la Administración para abordar los problemas sociales, más aún cuando esos políticos se dedican a utilizar medios de indudable peligrosidad social.
Pude pasar un rato muy agradable con aquellos amigos, chiquillos de entonces.
Mentalmente, nos trasladamos a los primeros años de la década de los 70. Recordamos las esperanzas y los sacrificios que marcaron nuestra amistad.
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