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Dedicado a una dulce señora, mayor, que asistió a una tertulia en el Ateneo de Mahón y me pidió que no cambiase ante la presión de la vida política. ¡Gracias!

Este fue el título que elegí y que nos reunió, recientemente, a un grupo de personas en una tertulia en el Ateneo.

Tuve la suerte de iniciar la charla y exponer una serie de reflexiones que dieron para mucho más de lo previsto.

La reflexión de inicio partía de una convicción: la crisis es una oportunidad. Una oportunidad con peligro, como lo valoran los chinos, de la que podemos salir reforzados cualitativa y cuantitativamente, con un salto hacia adelante, recuperando valores perdidos.

Será una crisis positiva si somos capaces de implicarnos en los cambios necesarios para volver a valorar las cosas, para dar prioridad a lo verdaderamente importante y dejar a un lado lo accesorio. Nos hemos creído que era imprescindible todo lo superfluo.

Necesitamos ser sinceros con nosotros mismos, ser autocríticos y tomar consciencia de que hemos dado el protagonismo en nuestras vidas al tener en vez de al ser.

Como sociedad, me temo, hemos olvidado el esfuerzo y hemos transmitido a los jóvenes un testimonio de vida fácil, de gratificación inmediata como compensación a nuestros propios vacíos, y el mensaje subliminal del "todo vale". Y no es así ¡no todo vale! Ellos son ahora víctimas de este espejismo.

Y tras el túnel de la crisis, la crisálida. Como el gusano que después de pasar un tiempo encerrado en sí mismo se transforma en mariposa. Pensar, meditar, sacar conclusiones, replantearse hábitos… y tras una dura lucha contra los dictados de nuestro ego, al igual que la mariposa para deshacerse de su capullo, salir a un nuevo paradigma, a una nueva forma de concebir el mundo.

"No hay crecimiento sin dolor" y aunque me he rebelado mucho ante esta afirmación, hoy pienso que es una verdad absoluta. Nadie puede vivir por nosotros las consecuencias de nuestros errores. De ellos saldremos más sabios. La vida es un continuo aprendizaje a través de experiencias que no nos han de dejar indiferentes y que nos han de hacer más humanos.

Cuentan que un día un niño vio el esfuerzo que tenía que hacer la mariposa para salir de su capullo y decidió ayudarla. Con unas tijeras abrió el capullo y así la liberó de su duro trabajo. La mariposa salió e intentó volar, pero sus alas no estaban preparadas para ello ya que el esfuerzo que supone el deshacerse de su envoltorio y liberarse es lo que le permite tener fuerza para emprender el vuelo. La mariposa murió.

Y tras la crisálida el crisol entendido como instrumento para la alquimia, para la transformación, para la depuración, para desgranar lo que realmente tiene valor de lo que no. En el crisol se fundía el oro para eliminar sus impurezas. Y añado también la definición de Wikipedia: "en sentido figurado, la palabra crisol significa un lugar donde interactúan y se unen diferentes ideas, personas, nacionalidades, culturas, etc., dando lugar a una síntesis de todas ellas".

Así pues, un renacimiento inevitable que personalmente concibo como una recuperación de los valores humanos.

Este tema, en si mismo, necesita una reflexión más profunda, y daría pié a otras tertulias y muchos más artículos. De momento dejo varias ideas que surgieron de pensamientos enlazados:

"No sólo se han de reivindicar derechos sino exigir deberes"; "Hemos de recuperar la confianza en nosotros mismos"; "Se ha de sentir uno amado para poder amar"; "¿Quién inventa el futuro?"; "Los jóvenes han de sentirse respetados para respetar"; "La familia es un modelo importante y la tribu ha de volver a cobrar protagonismo en la defensa del bien común".