El asunto de los funcionarios, el de la reducción de su número excesivo, no debería haberse dejado para tiempos de crisis, en los que lo único que cabe, al parecer, es la consunción o el despido. Lo que requiere este asunto es, más bien, su racionalización, como, por lo demás, la del propio Estado que les emplea, un Estado convertido en un país dentro del país, ajeno en gran parte a su función amparadora, cohesionadora y de servicio a la sociedad. Del mismo modo que hay que irse de los sitios cuando se está bien, se tendría que haber resuelto esto cuando el funcionariado sobrante podría haber encontrado acomodo laboral y profesional en otro sitio, y no ahora, cuando fuera de ese Estado y de sus franquicias caen chuzos de punta, se come mal y se duerme al raso.
Al margen
Terror en el funcionariado
22/12/11 0:00
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