En el ámbito literario castellano, la década de 1950, dominada por la llamada poesía social, generó una sobredosis lírica de los conceptos de poesía como comunicación y como medio de subversión social. En este contexto, y en pleno auge de esta clase de poesía, se abre camino, paulatinamente, una nueva concepción del quehacer poético, fruto de una decidida voluntad de renovación, protagonizada por la llamada promoción del 60 o 2ª generación de posguerra, cuyos componentes (Ángel González, Claudio Rodríguez, Carlos Barral, Francisco Abrines, Gil de Biedma o el propio José Ángel Valente) propugnan una expresión poética que sea medio de conocimiento, un modo de descubrir la realidad. Esta actitud ante la poesía lleva a una obra que valora más la expresión formal, como búsqueda de profundización e intensidad, a través de la palabra poética.
José A. Valente (Orense, 1929- Ginebra,2000) poeta, ensayista y profesor universitario mostró, en todo caso, desde sus orígenes literarios, una manifiesta búsqueda de originalidad, que le llevó muy pronto a desmarcarse de la citada generación poética, en su intento por dotar al poema de unas claras diferencias formales, estilísticas y conceptuales, llevando la idea de la poesía como silencio o meditación. Aun así, comparte, en sus inicios, algunos de los rasgos esenciales de su generación tales como la devoción por la poética de A. Machado y Pablo Neruda; la preferencia por una poesía basada en la individualidad y la poetización de una circunstancia; o los grandes temas- la infancia marcada por la Guerra Civil, y la posguerra, España, el paso del tiempo o la reflexión sobre el decir lírico).Poeta cosmopolita, impartió durante varios años clases de lengua y literatura castellanas en Oxford y, posteriormente, residió en Ginebra, donde trabajó como funcionario de la ONU y en París, donde dirigió el servicio español de traducción de la UNESCO. A partir de 1986 fijó su residencia en Almería, que alternó con Ginebra, donde murió. Simultaneó, durante mucho tiempo, su labor docente, con sus tareas ensayísticas y su creación poética. Llama la atención la gran variedad de temas y disciplinas que le interesaron. Su voz siempre crítica e incómoda para el poder, fruto de una gran sensibilidad e inquietud cultural, le convirtieron en un poeta singular, único.Sus inicios literarios arrancan en el año 1955 con su primer poemario A modo de esperanza, con el que ganó el premio Adonais. Aunque deudor de la poesía social, deja ver claramente el comienzo de una renovación que pretende un mayor rigor en la forma. En él presenta la poesía como revelación de lo oculto. A pesar de ser su primera obra, en ella se revela una sorprendente madurez expresiva. Con el tiempo su obra va tomando unos caminos propios. Quizás tenga que ver en ello el hecho de que todos sus libros, a excepción de este inicial, los escribió fuera de España, en un destierro elegido voluntariamente. Esto propició que su trayectoria tomara muchas influencias enriquecedoras. En Ginebra y en París compuso otros poemarios: Poemas a Lázaro, La memoria y los signos, El inocente, Interior con figuras, que forman una unidad compacta. Para Valente, el lenguaje poético es objeto de una constante reflexión. Procura la sobriedad, la austeridad y la maduración intelectual para llegar a la belleza. Fuertemente influido por la mística de San Juan de la Cruz y el conceptismo sarcástico y burlón de Francisco de Quevedo, su poesía experimenta una depuración formal y una transparencia que se sitúa en los límites de la palabra con el silencio. No en vano es nombrado el creador de la poética del silencio. Otros referentes son Unamuno, del que hereda su conflictiva relación con Dios y la muerte o también Juan Ramón Jiménez en su búsqueda de la palabra pura. Sin embargo, su idea de totalidad le lleva a integrar voces de la pintura y la música como Schönberg o Kandinsky. En este sentido se mostró muy dispuesto a la fusión de la poesía con la fotografía. Un buen ejemplo de ello fue la colaboración entre el poeta orensano y el fotógrafo Manuel Falces, que dio como fruto un par de libros de gran belleza La memoria de la luz y Las ínsulas extrañas.
Su faceta de poeta-pensador se manifiesta en una serie de ensayos muy interesantes- Las palabras de la tribu o también Elogio del calígrafo-. Escritor infatigable, colaboró en diversos periódicos y prestigiosas revistas literarias- Ínsula o Índice, entre otras.Tras su regreso a España, prosiguió su andadura poética con otras obras ( Material Memoria, Al dios del lugar o No amanece el cantor).Hombre de ideas firmes y muy coherente con sus principios, rechazó la posibilidad de ingresar como académico en la RAE con un ingenioso argumento: Colocar a un poeta en la Academia es querer convertir a un árbol en botánico".
Aunque su obra no ha llegado a alcanzar la notoriedad y el reconocimiento que sí han recibido sus compañeros de generación, es de justicia reconocer que Valente fue una de las personalidades intelectuales más lúcida y crítica, honrada e independiente del siglo XX en España y uno de los grandes estudiosos y creadores de poesía.
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