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Parece ser que no corren buenos tiempos para la Monarquía española. La Casa Real está pasando por apuros ciertos debido a que su máximo representante depositó demasiadas confianzas extraordinarias en quien ha demostrado no merecerlas. Según la prensa el Rey ha sido engañado por su yerno.

Como siempre pasa, los acontecimientos históricos suceden de la forma más imprevista. Todos sabemos que, cosas de la vida, hace unos ochenta años España se acostó monárquica y se levantó republicana. En un plis-plas.

Las informaciones periodísticas de estas últimas semanas han significado el fin de la tregua asumida por los medios de comunicación españoles en la feliz relación que los ciudadanos hemos mantenido durante más de tres décadas con la dinastía borbónica que ostenta la máxima representación de nuestro Estado democrático.

Más allá de las preferencias políticas particulares heredadas de nuestros antepasados, en la transición española se fortaleció una conveniencia: ser "juancarlista". Mucha gente aceptó al Rey no por tener sentimientos específicamente monárquicos y ni mucho menos por ser descendiente directo del franquismo sino porque, precisamente, encarnaba la posibilidad de dejar atrás la dictadura no mediante una ruptura de consecuencias desconocidas sino por alentar, desde la tranquilidad política y la paz social, una transición hacía la democracia en nuestro país. Y cualquier duda fue laminada con la actuación de Juan Carlos I en los acontecimientos del 23-F que se convirtió en el mejor referéndum para legitimar lo que ya había sido legalizado mediante la aprobación de la Constitución.

Sí, muchos descendientes de antepasados republicanos somos "juancarlistas" porque nos ha permitido vivir en paz durante más de treinta años. Repito, por pura conveniencia. Pero también porque ha devenido en una monarquía popular y querida por el pueblo y por ser especialmente económica para las arcas del Estado. Muchos reconocen que esta Monarquía ha dado prestigio a nuestro país.

Pero el final de un tiempo histórico se puede acelerar cuando se dan las circunstancias oportunas. La Monarquía de los Borbones ha sufrido ahora un durísimo golpe con las informaciones aparecidas sobre las actividades de Iñaki Urdangarín, yerno del Rey. El pueblo no acepta corruptelas ni trapicheos a manos de un aprovechado.

Y aunque el Rey ha actuado bien separándolo de su entorno, ya algunos empiezan a querer ajustar antiguas cuentas. La derecha más dura le ha venido recriminando al Rey su pasividad frente al galope de algunas autonomías hacia su secesión del resto de España. Le recriminan que siendo Jefe del Ejército (cuyo deber es mantener la unidad de España) no haya influido para parar lo que muchos consideran una loca carrera hacia la disgregación del país. Estos le recriminan su compincheo con el socialismo zapateril que "ha dejado un país cuarteado como nación que parece haber perdido el rumbo como proyecto de vida colectivo".

El papel del Rey es ser Jefe del Estado y representante del mismo pero sin poder inmiscuirse en su gobierno. El prestigio, la buena imagen y la intachable reputación son imprescindibles para cumplir su papel.

Quien sufre las consecuencias directas es el Príncipe Felipe. Incluso ya se empiezan a publicar (Jesús Cacho, El Confidencial) supuestos detalles de su vida particular que ya le atribuyen algunos de los conocidos pecados capitales de los Borbones.

Deseamos que la Monarquía pueda superar este mal trance que ha desequilibrado la relación interna de sus miembros. Lo deseamos por el bien de España. No son momentos para abrir nuevos frentes.
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Nota 1: Ha muerto Vaclac Havel, el intelectual que liquidó al comunismo en la antigua Checoslovaquia. Todos los que nos oponemos a las dictaduras (incluso las culturales) le debemos agradecimiento. Havel visitó Menorca en 1990 y se hospedó en la finca de "Rafalet". Aquel mismo año invitó a los Rolling Stones a dar un concierto histórico en Praga. La música de la libertad, el rock, como antídoto de la dictadura comunista sonó como banda sonora de la nueva libertad. Descansa en paz.