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Errar en el titular no me importaría por cuanto sería consecuencia de que esta noche la sociedad española asistirá a un auténtico debate, a una confrontación de ideas en el sentido estricto de la palabra –Rajoy dice una cosa y Rubalcaba la matiza, la desmiente, la enriquece o la denosta con argumentos contundentes y bien fundamentados, y viceversa–, a un diálogo expresivo de claridad de análisis y altura de miras. En definitiva, a un completo acto electoral que justifique un coste que se antoja alto en tiempo de penurias. Una pequeña anécdota –ambos contendientes son del mismo equipo de futbol– y una inapelable verdad estadística (si es que esto existe) –la apabullante ventaja del candidato popular– abonan el escepticismo y la convicción de que, al final de la noche, habremos asistido a sendos monólogos, más o menos, infumables trufados de reproches, amenazas y promesas imposibles. Reitero, no obstante, que me alegará errar el pronóstico y comprobar que el coste y el esfuerzo han merecido la pena y que entre la catarata injustamente bidireccional de palabras, las habrá sensatas y ponderadas, que no escaparán al interés del televidente ayudándole a conformar su opinión de cara al 20-N.