El 20 de octubre murió a mano de los rebeldes libios el dictador Muammar Gadafi, poniendo un alto a los ocho meses de lucha fratricida. El fin de esta guerra civil y la liberación de Libia fueron anunciados el domingo por el líder del Consejo de Nacional Transición (CNT) Mahmoud Jubril.
La muerte de Gadafi representa para los rebeldes un importante hito simbólico, pero más importante para la transición política y la estabilidad de Libia ha sido la rendición de Sirte, ciudad natal de Gadafi y el último escollo a la resolución del conflicto armado que propiciará el camino para que el CNT pueda organizar un nuevo gobierno de transición.
Sin embargo, la contienda política está por resolverse, considerando la existencia de múltiples grupos armados que lucharon para la liberación de Libia y que reclamarán una significativa participación en la reconstrucción política, sin olvidar que un sector importante de los libertadores era activista opositor al régimen gadafista y que Libia está compuesta por una multitud tribal que ha rivalizado siempre con la dictadura de Gadafi y que afectará seriamente la transición política. Más espinosa todavía es la actual débil posición del CNT porque, como he indicado arriba, no representa la única fuerza política de la nación y, si no logra una exitosa transición democrática, perderá toda su legitimidad.
No hay duda de que la muerte de Gadafi, después de 41 años en el poder, allanará el camino hacia la democratización de Libia y facilitará la reconciliación basada en el respeto de la libertad y derechos humanos, pero el anhelo del pueblo libio hacía la conclusión del proceso democrático encontrará muchos obstáculos como, por ejemplo, decidir quién entre los grupos armados, opositores, tribales y milicias, localizados en Benghasi, Misurata, Zentan, Trípoli y otros lugares, gobernará el país. La división, que no es simplemente geográfica, se refleja también en las escisiones existentes entre islamistas, seculares, bereberes y árabes.
El futuro de Libia esta por decidirse y de momento no se puede contemplar que el CNT pueda hacerse con el absoluto control del país, aunque algunos miembros se integrarán en puestos clave de la futura administración estatal, pero permitiendo compromisos precisos hacia las facciones en juego.
El reto político del CNT será el de aglutinar el complicado y heterogéneo entramado humano donde las fuerzas inherentes competirán para asegurar su indiscutible asentamiento en la esfera política y la gobernación del país libio.
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