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La prensa catalana nos recuerda que este próximo sábado se cumple el 71 aniversario de la muerte de Lluis Companys, presidente que fue de la Generalidad de Cataluña en los años anteriores y durante la Guerra Civil.

Después de que la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) entrase en el gobierno de la República, y aprovechando la huelga revolucionaria convocada a nivel de toda España, Companys, en un acto de rebeldía contra el gobierno republicano legalmente constituido, declaró el "estat català" desde el balcón de la Plaza de Sant Jaume. Era el 6 de octubre de 1934.

Aquel chusco episodio se saldó con la detención de todo el Gobierno catalán con el presidente al frente y dio como resultado la suspensión del Estatuto de Autonomía. Todo el gobierno de Companys fue juzgado por "rebelión contra la República Española" y sentenciados a treinta años de reclusión mayor e inhabilitación absoluta. La victoria del Frente Popular en 1936 los liberó y Companys volvió a gobernar Cataluña durante los años que duró la guerra civil. Si bien es cierto que intentó buscar el equilibrio entre ERC y las incompatibilidades entre el PSUC y la CNT/ POUM, cosechó un gran fracaso ya que Barcelona fue precisamente uno de los sitios donde la contienda civil fue más feroz. Las luchas intestinas entre aquellos partidos ya habían ensangrentado la ciudad antes de la entrada de las tropas de Franco.

Exiliado al finalizar la guerra, Companys fue detenido por la Gestapo alemana en la Francia ocupada y entregado a España en 1940. Trasladado a Barcelona, y después de un juicio sumarísimo con escasas garantías, fue condenado a muerte acusado de "Adhesión a la rebelión militar" y sentenciado a muerte. Esta sentencia fue cumplida a las pocas horas de ser dictada, el 15 de octubre de 1940. Su figura ha sido mitificada no tan sólo por los sectores nacionalistas sino, hoy, también por el nuevo socialismo catalán afín a aquellos.

Pero hay también episodios oscuros en la proyección política de Companys que se entremezclan con su vida íntima y que, al parecer, han sido deliberadamente escondidos al conocimiento general. Hace un tiempo recordé como el catedrático de Historia de la UAB Dr. Enric Ucalay de Cal en su escrito "El complot nacionalista contra Companys" (en el tercer volumen de "La Guerra Civil a Catalunya"- Edicions 62) explica la influencia que tuvieron las relaciones amorosas del presidente con la mujer que después se convertiría en su segunda esposa. Explica como las historias de celos que protagonizó con otro amante de Carmen Ballester (un miembro de las JERC -Juventudes de Esquerra republicana de Catalunya- llamado Miquel Badía "el capità collons") llegaron a provocar finalmente una escisión del partido republicano que condujo a la nueva creación de Estat Català. Badía era el Jefe de las fuerzas de Seguridad y se enfrentó abiertamente a Companys. Se habían formado dos bandos irreconciliables. Así, unos celos por conseguir el amor de una mujer habían propiciado finalmente una escisión política.

Aquellos enfrentamientos continuaron hasta llegar incluso a las desapariciones físicas de varios de sus protagonistas así como a múltiples asesinatos a sangre fría con cadáveres hallados en las cunetas de las carreteras cuya autoría permanecen aún hoy en el misterio aunque no se duda de quién los ordenó. Badia fue también asesinado y desde las filas de la escisión se prepararon varios planes para eliminar físicamente a Companys.

Evidentemente no tuvieron éxito pero aquellos planes demuestran los terribles enfrentamientos que tuvieron lugar en la Barcelona nacionalista de aquellos años. Todavía quedan muchos puntos oscuros de esa historia que tanto influyeron sin duda en la gobernabilidad de Cataluña de los años treinta. La figura de Companys, siempre polémica, sigue levantando pasiones a favor y en contra. Algunos políticos catalanes actuales que reivindican su ejemplo deberían de saber que la historia nos aconseja no repetir los mismos errores de antaño. Los delirios irrazonables son imposibles.

Una prima de Companys, Joana Serra Companys, vivió en Mahón durante varias décadas. Fue la asistenta de, primero, mi madre y "tata" de mis hermanos pequeños, y después mujer de compañía de mi abuela, viuda de Juan Gomila Borrás. Siempre fue considerada un miembro más de nuestra familia y tratada como tal. Era una catalana "ferma" que dejó en todos nosotros una profunda huella. Joana Serra Companys, que casi nunca hablaba de su familia, está enterrada en el cementerio de Mahón.