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Pese a que el pasado miércoles fue jornada festiva, no descuido mi rutina fijo-discontinua de la lectura de la prensa digital. A media mañana, en la calle apenas circulan unos pocos coches y puede disfrutarse de la gozosa tranquilidad propia de los domingos, solo alterada por el ruidoso vehículo del servicio de limpieza. En plena época de rescates y recortes, por otra parte, ya no hay que alarmarse, las sorpresas -mayúsculas o no- se suceden a diario. Y a fin de cuentas, es inútil que se intente vender coraje y optimismo cuando lo peor seguramente está por venir, quizá a la vuelta de la esquina.

En el barcelonés e-notícies de Xavier Rius todavía colea el asunto de las dietas por desplazamiento de los 135 diputados del Parlament catalán. El expresidente Ernest Benach defiende los privilegios (coche oficial con chófer) y las retribuciones que sin embargo perciben por el indicado concepto el presidente Artur Mas, la presidenta de la cámara y los portavoces de los grupos parlamentarios. Las cantidades oscilan entre los 21.000 y los 30.000 euros anuales por diputado, remuneración que se instauró años atrás -gobernaba Jordi Pujol- y hasta ahora desconocida por la opinión pública. La mayoría de los políticos beneficiarios -atención al dato- residen en Barcelona y al parecer aborrecen desplazarse en taxi, autobús o metro, y tener que pagar de sus bolsillos. Prefieren, claro, el coche oficial y unos cuantos miles de euros, unas cifras que escandalizan a la gente corriente, la que viaja en autobús o metro, y que no escandalizan en absoluto al mencionado Benach ya que, según argumenta, los diputados recorren toda Catalunya y han de comprarse un coche nuevo cada tres o cuatro años debido al deterioro que sufren. Vergonzoso, sencillamente vergonzoso. Y más cuando la impresentable justificación procede de tan destacado militante de Esquerra Republicana.

"El País" informa sobre el borrador de un documento en el que la patronal CEOE propone rebajar la indemnización por despido improcedente a 20 días por año. Al margen del rechazo de los sindicatos, he recordado de inmediato una cantinela últimamente muy extendida: los salarios no tienen que seguir vinculados a la inflación, tienen que vincularse a la productividad. Auguro que con la previsible victoria del PP la legislación laboral y la negociación colectiva se encaminarán, a paso ligero, hacia la restricción o pérdida de derechos; y quien sabe si con el pretexto de la crisis muchos propietarios de grandes empresas no tendrían reparo alguno en reconvertir a miles de trabajadores y abogar directamente por la reimplantación de la esclavitud.

Europa Press sigue ocupándose del concurso convocado por IB3 para cubrir media docena de cargos directivos a raíz de la dimisión de Pedro Terrassa y el consiguiente relevo de mandos intermedios que pretende llevar a cabo el Govern balear. Son más de ochenta las solicitudes presentadas, la mayoría de periodistas y técnicos despachados a consecuencia del cierre de Televisió de Mallorca. Habrá que estar atentos al desenlace del concurso toda vez que semanas atrás ya se habían difundido públicamente los nombres de las personas seleccionadas y propuestas al parecer por Jacobo Palazón, el aspirante a ocupar la plaza de director general que, como se sabe, oficialmente aún no es director general de la millonaria corporación de radio y televisión balear -millonaria en déficit, no en audiencia- que parió en su día un arrollador y entusiasta Jaume Matas. Mi curiosidad estriba en saber si a la hora de nombrar a los nuevos directivos prevalecerán los méritos profesionales de los candidatos o simplemente los intereses políticos (la sumisión política a efectos del control a distancia), aunque mucho me temo que sean estos últimos los que finalmente se impongan.

¿Para qué seguir? Por prescripción personal, que no médica, prefiero contenerme. Varios articulistas que presumen de ser eminentes expertos en política y economía insisten con otra cantinela: gobernar implica determinar unas prioridades bien definidas y decidir con valentía por mucho que crezcan las olas de la indignación social. Ya leo sus análisis y advertencias en diagonal, lo siento pero me aburren.

Apago el ordenador. Me asomo a la calle y todavía se respira la tranquilidad festiva. Pasa el tren turístico, puntual y con llenazo de pasajeros en dos de sus viajes, turistas en su mayoría extranjeros que desconocen obviamente el caso de las dietas del Parlament de Catalunya, los propósitos que animan al empresariado de la CEOE o el paripé que se ha montado en IB3.