Otra vez en el Camino. La quinta. Algunos interesados me pidieron que lo contara.
Pues eso.
01/10 Pamplona-Puente
la Reina (23 km)
Salgo de la pensión a las 7. En Pamplona aún casi no han puesto las calles. La ciudad está hermosa -es hermosa- con sus edificios antiguos iluminados (¿por cuánto tiempo? ¿Cuánto durará el presupuesto?) con sus blasones auténticos, (nada que ver con esos otros que los presuntuosos encargan al marmolista para el adosado). Bordeo la ciudadela (de Pamplona, se entiende) y me detengo a desayunar en el "Mont Blanc", la única cafetería abierta a esas horas (lo sabía, la veteranía es un grado, puede que dos). A la puerta pero sin decidirse a entrar los inevitables coreanos. Son jovencitos de clase alta (los cieneuristas de su país no se pueden permitir unas vacaciones tan largas y tan lejos) con ropas "casualwear" de marca y tecnología punta (llevan unas pequeñas placas solares para cargar el móvil que colocan sobre la mochila). Son arrogantes y por donde pasan arrasan. No se que pasa pero últimamente todos los extranjeros que vienen a España tienen la manía de exigir.
Coreanos digo, ya solo quedan por llegar los "fransese" y estaremos casi todos.
Desayuno fuerte y me encamino a la salida de Pamplona por la universidad. El campus una pasada. (Recuerden Universidad-de-Navarra) Un bedel obsequioso y sospechosamente melifluo me sella la credencial y me desea "Buen Camino".
La salida de Pamplona es gloriosa. La mañana comienza a despuntar y el campo es una sinfonía de ocres otoñales y rojas luces del amanecer que bañan las colinas cercanas de Cizur Mayor y su iglesia románica. Al fondo, a 700 m. de altura, se divisa el Alto del Perdón con los 40 molinos de su parque eólico.
El Alto del Perdón, sí, a cuya cima llegué a las 11, después de una infernal subida, tamizada por la belleza del paisaje. Vuelves la cabeza y Pamplona se extiende en el llano. Una vez coronada la montaña crees que allí te va a perdonar alguien, pero no. Lo único que encuentras es un vendedor de bebidas clandestino, que ni letrero tiene en la furgoneta, por si los guardias.
Luego la bajada, empinada, estrecha y pedregosa, que más que del Perdón parece de la Penitencia. Si no has tenido la precaución de cortarte las uñas de los pies antes de salir, probablemente llegues a Uterga con ellas moradas. Uterga, donde uno suele hacer el alto para comer, Uterga, donde el tomate sabe a tomate, la lechuga a lechuga y los huevos fritos, además de tener puntillitas saben a granja.
Al fin sobre las 2:30 de la tarde Puente la Reina. Fin de etapa, albergue, estancia y paseo por la villa el resto del día (salvo para los que no están bien de la cabeza, solo se camina por la mañana.
02/10 Puente la Reina-Estella (23 km.)
Etapa dura y con calor ni te cuento. Estella es una villa preciosa y su albergue lo regentan los llamados Amigos del Camino de Santiago, que no se quién son ni qué son pero lo sospecho. Todo ello al margen de la buena intención del cura de Grañón cuando fundó la asociación y revitalizó el Camino. El hospitalero (en la nomenclatura del Camino, persona que cuida del Albergue y recibe e instala a los peregrinos) me recibe bien. Menos mal que ya no está el lagerführer de la otra vez, que era un dictadorzuelo. Los hospitaleros se dividen en dos: los lagerführeren y los amables, ocurre también en las ventanillas de los ministerios. En estos albergues sin ánimo de lucro (en otra ocasión hablaremos de los otros) suelen ser voluntarios y rotan tras un tiempo de servicio. Algunos son verdaderamente serviciales y ejercitan el voluntariado porque les sale de su ser generoso; otros, en cambio, como no pueden mandar en ningún sitio actúan de cómitres y te tratan poco menos que a latigazos. Los peores los extranjeros (que también los hay) que ejercen su dictadura hablándote sólo en inglés. ¡Que me hablen en inglés y nada más, en mi propio país y en una institución propiamente española! De todas maneras conmigo lo tienen claro.
En Estella apareció por el albergue el inevitable yankee (están en todas partes y aquí no iba a ser menos) Era un americanazo rubio jovial de mediana edad, de esos de "¡arriba los corazones! Repartía chocolatinas y saludaba a todo el mundo: "hola soy de los Estados Unidos". Una especie de cruce entre buen samaritano y "American Aid". Tenía toda la pinta de ser de Alabama, Georgia o cualquiera de las dos Carolinas. De repente se me encaró y con voz autoritaria me dijo:
-Y tu de donde eres ¿quieres chocolate?
-Soy de aquí , y no, no quiero, gracias. Por cierto: ¿tu de que estado eres?
-Soy de South Carolina, contestó".
¡Lo sabía lo sabía!, pensé. Desde ese momento dejó de incordiar. Cuando quiero que alguien no me moleste me pongo antipático. Siempre funciona.
Como se verá de momento hablo poco de los buenos del Camino, también los hay, ya irán saliendo. De todas maneras ya se sabe: lo bueno, lo es, por escaso.
Bona nit
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