Mayo de 1987. Una avioneta aterriza en la Plaza Roja de Moscú, frente a las murallas del Kremlin. De la Cessna 172B desciende sonriente Mathias Rust, un joven alemán de 19 años. Objetivo cumplido. Con una experiencia de solo 40 horas de vuelo había conseguido burlar las sofisticadas defensas aéreas de la entonces URSS. La KGB no se lo tomó como una broma. El chaval fue detenido y se pasó 432 días en la cárcel moscovita de Lefortovo, quedando posteriormente en libertad condicional. Rust era operador de computadoras, aunque lo dejó todo por su gran pasión: los aviones.
He recordado esta asombrosa "travesura", que ya forma parte de la letra pequeña de la Historia, por asociación de ideas al leer el último suceso que ha convulsionado la red. Me refiero al 'hackeo' del móvil de Scarlett Johansson y la posterior difusión en internet de unas fotos en la que la joven actriz aparece desnuda. A raíz de este hecho, se ha sabido que al menos medio centenar de 'celebrities' también han sido víctimas de ciberintrusiones en sus smartphones y otros dispositivos digitales. El FBI ya está tras las huellas de los responsables.
Aparentemente los dos casos citados poco tienen en común, además de presentar evidentes diferencias en cuanto a la moralidad de los actos se refiere. Pero en el fondo se esconde ese sentimiento que alguna vez, en menor o mayor medida, nos ha asaltado a todos de demostrar que podemos sortear las normas establecidas. Y si no que se lo pregunten al portero del Manchester United David de Gea que ha sido pillado cuando robaba un donut en un supermercado. Digo, que por un euro no estará el pelotero.
Bollería a parte y centrándonos en internet, los tradicionales 'hackers' –en su multitud de versiones de 'buenos y malos'– y más recientemente los 'Anonymous' han tenido y tienen en permanente alerta a todo el ciberespacio. Algunos colocan al norteamericano Kevin David Mitnick, alias "El Cóndor", como el número uno. El sujeto tiene el privilegio –ha sido procesado por ello– de haber entrado en algunos de los ordenadores más seguros de EEUU. ¿A dónde nos lleva todo esto? En resumen –porque se me acaba la columna y el tema da para una tesis doctoral– a que como en la vida real, en el ámbito virtual no todo vale. Una cosa es intentar ver gratis un partido de fútbol emitido a través de la famosa web rojadirecta.org (si intenta entrar se llevará un susto porque salen todos los escudos de las agencias estatales que han bloqueado la página) y otra cruzar la línea que delimita lo que es inmoral o delictivo.
"Solo porque estés en el centro de la atención pública, o solo porque seas actor o hagas películas no quiere decir que puedan invadir tu privacidad personal. Es injusto y sienta mal". Son palabras de la protagonista de "Match Point". Tienes razón Scarlett. Pero por si acaso ten cuidado con el iPhone, porque como dijo un torero "hay gente pa tó".
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