En algún lugar un hombre muere asesinado en plena guerra por negociar la paz: nada nuevo, bajo su turbante un suicida escondía el arma asesina, sólo Dios pudo convencerle de que la muerte del otro bien merecía la suya y salieron los dos por los aires, despedidos de la vida. En la otra punta del mundo un presidente ve dinamitada así su estrategia, otro problema más que añadir a una lista ya imposible, el mundo le ha pillado con el paso cambiado, venía para abrir una era; "Yes, we can", para romper anacronismos, para fortalecer la palabra con los hechos, pero la realidad ha podido con él y se sabe incapaz y se le nota. Ya nadie le ve igual que al principio, "No. You don't" se puede leer ahora en casi todas las miradas.
A otros tantos kilómetros, el antiguo amo y señor de todo un país se esconde en algún refugio preparando no se sabe si una venganza o la jubilación, el hombre, que envejeció en su cargo, todavía no comprende bien como pasaron los aliados de ofrecerle la mano en cualquier parte a levantársela amenazante hasta su escondrijo, tampoco entiende que de su pueblo le salieran tantos enemigos; creía que los había matado a casi todos; no se dio cuenta que a cada muerte los incrementaba y que a la vez los volvía cautelosos, incontables. Desaparecido el enemigo común, escondido, los objetivos del pueblo se bifurcan, se ramifican entroncados en distintos matices, y los que luchaban juntos deciden pelearse entre ellos. El vacío de poder en el país llena de violencia sus calles. Mientras, los aliados se felicitan a sí mismos por el trabajo bien hecho y ahora se reparten la gestión del desastre y del petróleo. Hay para todos.
Cerca de un sitio y de otro, la pobreza abunda, acosa el hambre y las enfermedades ceban a la industria farmacéutica y a la muerte; poblados que se dedicaban a la agricultura ahora escarban las montañas buscando minerales que sin aparentar valor alguno se defienden, sin embargo, matando, a tiros, por parte de las milicias que custodian las minas y organizan el trabajo a punta de pistola y a ritmo de amenazas. Y es que necesitan extraer lo máximo posible en el mínimo tiempo, sin importar cómo -principio capitalista bien implantado-, luego se lo venden a occidente que lo compra demasiado barato: pues todo el dinero que paga acaba convertido en nuevas armas y más municiones (se retroalimentan las guerrillas), que ellos mismos venden, con otras manos sí, pero el caso es que el dinero vuelve a "casa" junto al mineral. Nadie sabe por qué no se interviene nunca en tierras como ésta, o peor aún, todo el mundo sabe por qué, pero no importa. Negocio redondo ¿para qué mayor esfuerzo que el de ponerse las manos sobre la cabeza?.
Aquí y allá y en todas partes la crisis sigue ardiendo y todo el mundo quiere escaparse de la quema, algunos echando a otros a la hoguera, otros añadiendo leña, el incendio avanza y el calor aprieta. No hay ideas. O no se oyen. El sistema no está estructurado para escucharlas porque lo deconstruiría. Y nadie combate el fuego, todo lo más, se le hace competencia, y lo que no ha ardido ya algunos deciden quemarlo por su cuenta, bomberos que talan el bosque para que no se queme, bomberos incapaces, por no decir idiotas, que no buscan agua ni forma de acabar con el incendio, porque no lo asumen, no se quieren hacer responsables de tan cuantiosas pérdidas: las riquezas no renuncian y el sistema se resiste y entretanto, aumentan la bancarrota y las cenizas.
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