Mi carta de hoy, Antonio, no es para hablar de aquello, sino de ti. Porque un equipo federado no es un equipo colegial. Precisa de presidente, entrenador, delegado y muchas cosas y personas más. Y aquí entras tú, Gerardo Sintes y Pedro Alejandre, padre de nuestro querido General de Ejército, Luis Alejandre. Me acuerdo que a zancadas, manteo en volandas, acudo a tu tienda, Pl. del Carmen, a pedirte que entrenes al equipo. Es el año 1950. Desde entonces el nombre de Antonio Botella está estrechamente unido al C.B.La Salle. ¡Nada más y nada menos que 61 años! ¡Toda una vida!.
Seguidamente, y solo de pasada, iré recordando momentos imborrables de aquella primera década, verdaderamente heroica: Tus discusiones deportivas con tu hermano Salvador entrenador de "El Alcázar", entonces el equipo señero, hacían época. Los escasísimos fondos económicos, casi sin dinero para arbitrajes y gastos precisos, por lo que los jugadores tenían que pagarse el equipaje, a excepción de la camiseta lasaliana albi-azul, que ponía el Colegio. Los encuentros apasionados Alcazar – La Salle, que hasta el propio obispo de Menorca, Mn. Pascual Marroig, pidió al Hno. Andrés la disolución del equipo y que los antiguos alumnos jugaran en los equipos de Acción Católica, a lo que el hermano director se negó rotundamente. Años después el Sr. Marroig castigó al Colegio con su casi nula participación en la celebración del Cincuentenario de la llegada de los Hermanos a Mahón, 1955. Delegó su presencia en el también muy querido D. Antonio Tutzó García de la Parra, que, por cierto, dio a los actos gran altura y solemnidad. Pero esto es también otra historia…
Lo cierto es que tú seguías entrenando y mejorando al equipo. Petrus, Allés, el "Nene" y otros entrenaban a infantiles y juveniles. En estas categorías llegaron a ser los campeones indiscutibles de Menorca. Y cuando los Fortuny, Mata, Sturla, Mercadal, Salom y demás pasaron al primer equipo entonces ya sólo el C.B. La Salle era equipo señero de la isla. Omito muchas cosas de aquella década prodigiosa, como cuando, por ahorrar dinero, el doctor Echevarría, presidente entonces, nos dejó su coche y se nos estropeó en Ferreries… Bajamos los escalones de su piso de tres en tres, tal era su enfado. O la lucha para poder pasar la pista al patio de arriba. Con dos árboles idolatrados por el Hno. Andrés, el tema del paso al citado patio era inabordable, aunque era exigencia federativa. Menos mal que vino de director el Hno. Pedro y se pudo solucionar.
Yo dejé el Colegio el año 1959. Tú seguiste incansable al frente del equipo. La Salle era parte inseparable de tu vida. Siempre incondicional. Pasaste por todos los estadios de responsabilidad: entrenador, delegado, presidente… Así durante muchísimos años… Éstos dejan inexorablemente su huella. Tu salud se fue deteriorando, pero tu amor a La Salle y tu pasión por el baloncesto menorquín jamás tuvo deterioro. Es verdad que el mundo ha cambiado más en 60 años que en 60 siglos. De aquel La Salle de 1950 al actual Menorca de 2011 hay un abismo, para mejor. Pero tu presencia invariable en cada partido, en tu silla de ruedas, sigue en la retina de todos los televidentes. ¡Gracias, Antonio, por lo que fuiste! ¡Gracias, Antonio, por lo mucho y bueno que hiciste!.
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P. D. Bien sabes, Antonio, que nuestro cuerpo es materia, que se corrompe, y que nuestra alma es espíritu, que perdura. En espíritu estás junto a Dios, que es puro espíritu. Tu espíritu, desde el cielo, tiene la obligación ineludible de confortar a tu Carmen, ahora que ella está sumida también en el banco del dolor. Ella fue siempre tu especial y admirable ángel protector. Pide a la Mare de Déu de Gràcia por ella… Antonio, en espíritu ya estás también con muchísimas personas queridas e inolvidables: Hnos. Pedro, T.Juan, Andrés, Santiago, Gabriel… Los fieles exalumnos lasalianos como los Alejandre, Botella, Florit Cortiella, Echevarría, Olives, Montañés, Quintana, Tutzó, Sintes, Gardés, Parpal y un larguísimo etcétera que llenarían las páginas del "Menorca". Diles que no les olvidamos y que esperamos que en espíritu tengan también ellos especial cuidado de ésta su isla preciosa, blanca y azul, piedra y viento, que yo tanto amo, tanto recuerdo.
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