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Un nuevo entretenimiento ha salido a la palestra y que va a servir a muchos para variar un poco en eso de la práctica de los clásicos juegos de entretenimiento como el sudoku, los crucigramas o la sopa de letras. Se trata de poder saber cuánto tienen o mejor dicho, cuánto declaran (que no es lo mismo ni mucho menos) nuestros diputados. Sacar estas estadísticas en tiempo de crisis y con tanto paro puede crear un morbo negativo y hasta contraproducente. En tiempos de vacas gordas, donde quien más o menos tenía asegurada su paga de final de mes y la alegría y confianza eran unas de las piezas claves del motor de nuestra economía, lo que podían ganar estos señores nos importaba muy poco o menos, pero no ahora, claro. Ahora que quien más quien menos tiene la mosca detrás de la oreja (para el que no sepa muy bien a que díptero me refiero es la mosca que, con la llegada de la crisis, se la conocía como "cojonera" y que simplemente pasó al paro y se vio obligada a cambiar de habitáculo). Decía que con esa mosca avisadora y desconfiada por naturaleza, sabemos que no todo en el monte es orégano y que este niño no es mío, que hecha la ley hecha la trampa y que la familia unida hace milagros, milagros tan terrestres como poner gran parte de las riquezas a nombre de los nuestros o de sociedades medio fantasmas.