04/09/11 0:00
Confieso que siento sana envidia cuando comparo nuestra vida parlamentaria con los sistemas británico y norteamericano. Evidentemente tienen sus defectos, pero ver al primer ministro Cameron o al presidente Obama (como ya les ocurriera a sus predecesores) sudar tinta para convencer a los miembros de sus partidos para que les apoyen en determinadas iniciativas legislativas es estimulante para la democracia. Aquí, en casa se vota lo que dice el jefe y, como dijo Guerra, el que se mueve no sale en la foto. Por eso, y a cuento de la reforma constitucional, detectar discrepancias internas o incluso algún caso en el que se rompe la disciplina de voto es saludable, a pesar de las tensiones que se generan.
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