"Hable usted con Rajoy, por favor". Esta fue la orden concisa y contundente que Merkel dio a Rodríguez hace escasamente una semana. Y desde entonces los acontecimientos se han precipitado. El ya número cero del PSOE ha cumplido correctamente el mandato y contradiciendo todo lo dicho y hecho a lo largo de sus casi ocho años de gobierno, ha acordado con Rajoy una de las pocas medidas sensatas de todo su gobierno, una apuesta firme y decidida (eso aparenta) por la estabilidad presupuestaria después de todas las alegrías socialdemócratas conocidas. Un dique de contención al desbocado gasto autonómico.
Desde la aparición de la crisis las políticas económicas del gobierno español no han sido ni sensatas ni juiciosas. El resultado lo padecemos ahora. Mientras varios países europeos ya remontan la crisis aquí la estamos aún ahondando. Los vanos intentos voluntaristas de Rodríguez se han mostrado letales para España.
En mayo del pasado año España ya sufrió la advertencia del directorio europeo: debía de reducir costes y gastos. Debía de reducir deuda pública. Rodríguez no tuvo más remedio que tragarse todas sus proclamas socialdemócratas y estuvo forzado a rebajar las políticas sociales de numerosos grupos de ciudadanos. Pero no fue suficiente para los mercados de la deuda.
La reunión de Merkel y Sarkozy de hace un par de semanas significó el "turning point" que alumbró una nueva política fiscal para Europa. Italia reaccionó a las pocas horas anunciando una reducción de su gasto administrativo y político. España ha necesitado de una nueva llamada de Merkel a Rodríguez para que se atuviese a razones. Quien paga, manda.
Pero ya han surgido los egoísmos de los conocidos autistas autonómicos que, ciegos a la realidad, pretenden proseguir su particular orgía nacionalista. También los clásicos de siempre quieren pescar en río revuelto. Así y mientras la necesidad económica impone urgencia para mostrar decisión y calmar a quienes deciden si un país se arruina o no, algunos exigen un referéndum para autorizar el cambio constitucional que es auspiciado por los representantes de más del 80 por ciento del electorado español.
Dice Salvador Sostres: "La democracia es votar, pero la política es tomar decisiones y asumir el desgaste electoral que conlleven. Si los dos grandes partidos españoles se han puesto de acuerdo en la conveniencia de ese cambio, y hay un cauce legal que les permite actuar directamente, ese es el camino que deben de seguir. El pueblo soberano tendrá la oportunidad de expresar su opinión sobre este asunto, y sobre todos los demás, el próximo 20-N".
Efectivamente, preconizar la votación perpetua cuando se trata de dilucidar un tema técnico y complejo, solo al alcance de los entendidos y que se aleja de la comprensión del ciudadano medio, es querer marear la perdiz. No siempre la opinión de todos es imprescindible. A veces no lo es; al contrario, a veces dejar opinar a los desinformados puede ser letal para un país. (Felipe González reconoció que se equivocó al convocar el referéndum de la OTAN).
Sigue Sostres: "Gobernar no es hacer lo que quiere la gente. Esto es populismo y puede hacerlo cualquier imbécil. Gobernar es hacer lo que hay que hacer y disponer de la suficiente autoridad y capacidad para explicárselo a la gente para que finalmente lo entienda. Gobernar es decidir, delegar es de cobardes. Gobernar es asumir responsabilidades y que te echen del cargo si no lo haces bien o no se te entiende".
Recordemos como los nacionalistas abogaban en la campaña de las europeas por "Más Europa". Ahora han tenido que ver como es la propia Europa la que, contrariando su pasión disgregadora, pide "más España" para evitar la quiebra del insostenible Estado de las autonomías. "¿Alles klar?".
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