Continuidad de los ciclos. ¡Ah, los ciclos! Un invento que ya no es tal y a cuya sucesión están atados, sin excepción, todos los ciudadanos. Prometo huir de exposiciones filosóficas para no aburrir al lector, pero hay que convenir que la vida es un interminable fluir de ciclos, desde que se nace hasta el suspiro final. En economía siempre se recurre a la existencia de los ciclos para situar las explicaciones sobre las periódicas crisis que se registran en este mundo globalizado, incluso para justificar los más complejos razonamientos sobre la actual crisis que no cesa. En realidad, el planteamiento de los ciclos es válido para multitud de disciplinas. También en periodismo.Sí, el periodismo no es ajeno a las estructuras cíclicas. De tal modo que un extenso abanico de temas saltan a la actualidad y recuperan su papel de noticia en función de unos determinados ciclos estacionales. Intentaré concretar una sucinta muestra desde la perspectiva menorquina, que lógicamente es la que uno tiene más a mano.
Durante el verano suele predominar el ciclo de las quejas ciudadanas, quejas marcadas por el factor de la saturación y que seguramente se hallan influenciadas por el sofocante calor propio de la estación. Así, en julio y agosto, los meses punta -y casi únicos- de la temporada turística en Menorca, se suceden las protestas porque las playas denominadas vírgenes se llenan de bañistas (no de marcianos, como es obvio); porque se incrementan considerablemente las dificultades para aparcar los vehículos en los sitios deseados por los conductores; porque en los puertos no hay suficientes amarres a precios asequibles -y no en plan manos arriba, esto es un atraco- para el elevado número de embarcaciones que navegan por el litoral menorquín; porque un año más todavía no se ha proyectado el desdoblamiento de la carretera general; porque se considera que son insoportables las colas en supermercados y gasolineras; y se protesta por la masificación de las fiestas de Sant Joan. Ya digo, la saturación y la protesta en todo su esplendor. Nada nuevo.
El otoño es la estación dedicada preferentemente al ciclo de los balances y en este sentido el mayor interés se concentra en el balance de la temporada turística. El ciclo informativo otoñal se vuelca en analizar a fondo los índices de ocupación hotelera registrados durante los meses veraniegos, el movimiento aéreo y marítimo de pasajeros, el grado de satisfacción que han expresado los visitantes sobre el destino turístico, o la repercusión social y económica del consiguiente aumento del paro al finalizar los contratos -obviamente temporales- muchos trabajadores del sector turístico. Por enésima vez se reitera que la industria turística menorquina tiene que esforzarse para alargar la temporada. O se lamenta por otro lado que continúa sin propiciarse una mayor coordinación de la agenda cultural de la Isla para evitar, claro, que la coincidencia de determinados actos y programas vaya en detrimento de las diversas convocatorias. Y como el otoño impone la vuelta al cole, de nuevo se repasa el mapa de aulas prefabricadas para concluir, también por enésima vez, que queda mucho por hacer en el ámbito de las infraestructuras educativas.
En invierno, con la mayoría de la planta hotelera cerrada y en plena dinamismo, en cambio, el mercado de traspaso de establecimientos y locales varios (léase mayormente restaurantes y tiendas en urbanizaciones turísticas), no hay que extrañarse si el ciclo periodístico transita por temas variopintos y harto presentes en el pulso vital de la Isla. Desde la política comercial (con el manido debate sobre el desembarco de grandes y reconocidas firmas o el paulatino cierre de pequeños comercios en los cascos urbanos) a las totalmente prescindibles polémicas lingüísticas y pasando, por ejemplo, por la infinita paciencia y resignación de las personas matriculadas en la Escuela de Adultos de Maó.
La primavera inaugura normalmente el ciclo de las expectativas que a la hora de la verdad no fructifican. En este terreno es notorio que los menorquines no logran ver atendida y resuelta la histórica reivindicación de contar con un transporte aéreo digno. Por otra parte, las entidades patronales -PIME y ASHOME- acostumbran a pública su anual epístola-informe para exigir a los ayuntamientos que presten una mayor atención a la mejora de las urbanizaciones, sobre todo en las que abundan los negocios turísticos, y como es habitual sus llamamientos casi siempre caen en saco roto. Cabe anotar igualmente que la alegría primaveral suele aprovecharse para reclamar la construcción de campos de golf.
Los ciclos periodísticos se adornan o enriquecen naturalmente con múltiples variables: desde los problemas de limpieza viaria y ruidos a las controvertidas ocupaciones de la vía pública y pasando por la necesidad de reordenaciones portuarias varias y un largo etcétera. Y como el periodismo, por lo demás, no es una ciencia exacta, al lector avezado no es preciso recordarle que la cadena de ciclos nunca se cierra a las urgencias, a la improvisación y a los trasvases de temas si en una determinada estación del calendario -cíclico por supuesto- la actualidad se exhibe rebosante de informaciones o, por el contrario, flojea de manera descarada. Pero no hay que preocuparse. El listado de asuntos aquí reseñados regresará con puntualidad el próximo año y el lector tiene que confiar ciegamente en que los ciclos nunca le abandonarán; en realidad le acompañarán con absoluta fidelidad por los siglos de los siglos.
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