Cada época suele tener sus propias referencias estéticas o incluso "espirituales" que, aunque muchas veces son idealizadas y/o sublimadas en exceso, sirven para recordar o identificar un particular tiempo histórico.
A finales de los años sesenta y principios de los setenta, cuando la música rock casi amenazaba con dominar el mundo por su influencia social y filosófica que también mutó finalmente en política (Paris 68, protestas por Vietnam, Primavera de Praga, ansias de cambios sociales, etc.), una de esas referencias más allá de los conocidos iconos británicos y americanos, fue la influencia de la espiritualidad hindú y la estética del exotismo de Marruecos.
Marrakesh, Tanger y Essaoira fueron tres puntos que merecieron la visita de importantes músicos de rock que después, muchos, reflejaron en su música. Desde Jimi Hendrix, a varios de los mismísimos Rolling Stones (Brian Jones principalmente), Jim Morrison, Cat Stevens, etc. fueron algunos de los que visitaron el país del Atlas. Eran tiempos de búsquedas interiores propias de la juventud.
Y también lo hizo Grahan Nash de los famosos "Crosby, Stills & Nash". Cada uno de estos músicos procedía de grupos consagrados (The Byrds, Buffalo Springfield y The Hollies). Fue uno de los primeros súper grupos. Su actuación en Woodstock (agosto del 69) los convirtió en una de las imágenes del movimiento hippy. Sus letras de contenido social y político aunaban temas libertarios, pacifistas y ecologistas que decoraban con unas espectaculares armonías y una sensibilidad y elegancia musical perfecta. Eran inconfundibles. Todavía hoy se me encoge el alma al escucharles. "Helplessy hoping" sigue siendo una flecha directa al corazón. Sensibilidad en estado puro. David Crosby sigue siendo sublime. (A final de agosto tocan en el Beacon Theatre, N.Y.)
Nash escribió su famoso "Marrakesh Express" precisamente en el tren que lo llevaba a aquella ciudad. Marrakesh era en aquel tiempo todo un símbolo, casi un destino de peregrinación. Un punto de reunión era la famosa plaza de Yamaa el Fna. Ese era el auténtico corazón latente de la ciudad del desierto donde se reunían contadores de cuentos ("story tellers"), encantadores de serpientes, acróbatas, maestros de todo, escribidores de cartas, danzantes, vendedores bajados de las montañas, charlatanes, dispensadores de comidas, etc. Todo un conglomerado de actividades y personas que abarrotaban la plaza y las callejuelas adyacentes. En la misma plaza había un bar con terraza (creo recordar que se llamaba "L' Anglaterre" o "Europe") donde se reunía la "colonia juvenil" extranjera. Ambiente internacional a tope. Libertad a tope.
Entre sentada y sentada podías deambular por las callejuelas cercanas donde en festividad determinada, te encontrabas con multitud de cabezas de corderos degollados colgadas de unas cañas y mostradas a modo de símbolo en muchas puertas de las casas particulares. Aquello impresionaba. Son recuerdos de los "hippy times".
Recuerdos de tiempos que han formado el espíritu y marcado la vida de una generación. Quizás una generación de soñadores. Quizás no diferente a otras. Para algunos mantener aquel espíritu libertario ha sido esencial para dar sentido a su vida. Para quienes fueron consumidores de aquella libertad es imposible poder aceptar ahora imposiciones políticas, lingüísticas, etc. Dicen no a los dogmas predeterminados y se asombran de quienes confunden creencias con dogmatismos, imposición con defensa de pretendidas identidades. Lamentan ver surgir una nueva censura, un nuevo totalitarismo. La libertad siempre es sufrimiento, siempre es una creencia revolucionaria.
(Me permito dedicar estas líneas a David Crosby que este domingo cumple 70 años. ¡Felicidades!.)
Nota: El límite de la libertad de expresión es el Juzgado. A algunos/as les molesta la disidencia frontal sin complejos, sólo aceptan aquello de ¡la puntita nada más!. Anular e impedir la concreta modalidad expresiva de un pueblo es un atentado cultural. Vivimos curiosas escenas bíblicas: rasgamiento de vestiduras, sepulcros blanqueados, fariseísmo... Pretenden degollar al mensajero. ¡Qué espectáculo más triste!.
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