Los menorquines y los españoles en general, como ciudadanos del mundo nos preguntamos estos días que pasará con el dólar y la deuda estadounidense y, sobre todo, cuándo se consolidará la recuperación económica, al menos en nuestra zona europea. Lo razonable es suponer que la economía norteamericana se estabilizará si no a principios de agosto, será en tiempos más o menos prudenciales para garantizar los mercados monetarios y dar soporte al crecimiento económico; pero esta operación tiene sus costes de oportunidad y uno de ellos es la credibilidad política del actual gobierno de los Estados Unidos de América. Todo se andará.
Hace más de dos años me pronuncié en este diario y otros foros, así como en el libro que publiqué hace unos meses (La salida de la crisis, ed. Delta, Madrid) diciendo que esta crisis será larga en la recomposición estructural del sistema económico internacional, particularmente para la economía española; no obstante, una vez se alcance la estabilidad monetaria en Europa y dando por descontado que también ocurrirá lo propio en Estados Unidos, las economías occidentales, que son las que más han padecido la crisis, irán ganando décimas en el ritmo de recuperación de los indicadores económicos, cosa que está ocurriendo, también en España, así como en Menorca. Evidentemente el proceso es lento, aunque el camino hay que recorrerlo sin desmayo, sabiendo sortear los vaivenes monetarios con confianza ciudadana en las políticas que buscan la estabilidad.
Para entender la "cosa" es práctico distinguir entre el ciclo implicado en cambios estructurales necesarios y el ciclo monetario. El primero tiene un periodo ondular a largo plazo, que suele andar por dos decenios de duración y el segundo es mucho más corto. La experiencia histórica enseña que para superar una crisis como la presente, primero debe resolverse lo monetario colaborando con los agentes económicos en los mecanismos automáticos de los mercados y después, en términos de orden prioritario, intervenir con acciones anti-cíclicas de orden estructural. El asunto tiene sus complejidades porque los agentes de las políticas económicas no pueden prever las "externalidades" al sistema y, especialmente, no siempre son previsibles los márgenes latentes de acciones especulativas contra las monedas, como las que padece actualmente el sistema monetario europeo, aunque a la postre se llegue a soluciones institucionales, fruto de arduas negociaciones, que neutralicen los desequilibrios.
Dicho de otra manera, no se puede aspirar y en ello yerran muchos políticos y medios de comunicación, que mediante reformas estructurales, como la del mercado laboral en España (la reforma financiera, en cambio, puede tener afortunadamente efectos positivos con mayor prontitud), se consiga con rapidez eliminar la lacra del desempleo; este objetivo tiene que afrontarse sabiendo que transcurrirán varios ejercicios en conseguirse; no obstante, sí se puede esperar que al conseguirse la estabilización monetaria se estimulen los mercados financieros y se consolide a corto plazo paulatinamente la vía de la recuperación económica. En esta senda nos movemos en España y en lo financiero, el principal lastre doméstico proviene del déficit presupuestario del conjunto de las Comunidades autónomas a causa de su diversidad en niveles de convergencia económica y de horizontes políticos, que factura el pasado histórico y entiendo que también la inexperiencia en el manejo de los activos institucionales comunitarios, que en general requiere modificaciones estructurales.
La ventaja económica de Balears reside en que su sector más pujante es el turismo, que a su vez viene liderando y lidera el desarrollo económico español. En próximos escritos pienso ilustrar la incumbencia inmediata del objetivo de estabilización monetaria, tanto en Europa en general como en España. Asimismo razonaré las líneas de causalidad del proceso cíclico a largo plazo que alcanza a Baleares y a Menorca en particular.
Los desequilibrios económicos se superan, aunque ello está en función de la intensidad de los excesos cometidos causantes de dichos desequilibrios. No hay que excederse, nos enseñan los clásicos.
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