A raíz de la reciente publicación de un artículo en el que abogaba por exigir el traspaso de la competencia de promoción turística ("Menorca" del pasado día 14), se me ha reprochado en privado mi insistencia política sobre el desarrollo del autogobierno de Menorca que contempla el Estatuto de Autonomía de Balears. De alguna manera, no ha faltado la acusación de que mantengo una actitud obsesiva sobre la cuestión. A modo de respuesta, debo señalar en primer lugar que no me mueve obsesión alguna. Se trata simplemente de transcribir mis reflexiones sobre diversos asuntos que puedan interesar a los lectores, reflexiones que nacen desde unas convicciones alimentadas por la independencia ideológica y el sentido común. Nada más... y nada menos.
A diferencia de quienes han querido ver en mi artículo unas obsesiones inexistentes, el PSM entendió y suscribió sin problema alguno mi razonamiento a tenor de la puntualización que hizo pública en este diario ("Menorca" del pasado día 16). Sin el menor ánimo de polemizar, agradecería sin embargo al partido nacionalista que me documentara sobre las acciones y gestiones concretas llevadas a cabo por sus dos consellers en la última legislatura (Antònia Allès y Joan Lluís Torres) para que se traspasara la competencia de promoción, dado que el PSM también gobernaba el Consell menorquín. Agradecería igualmente que me informara sobre las acciones y gestiones concretas que sobre el particular realizó su partido homónimo mallorquín, toda vez que la formación de Gabriel Barceló formaba parte asimismo del Govern balear presidido por Francesc Antich. Y agradecería que me detallara las acciones y gestiones hechas por Eduard Riudavets, el anterior diputado del PSM. Unas acciones y gestiones que, si existieron realmente, deduzco que debieron fracasar de forma estrepitosa ya que la promoción turística no fue transferida, como bien sabe el PSM. Y que conste que el problema de fondo es la exasperante pasividad de los partidos mayoritarios, PP y PSOE, en cuanto se refiere al traspaso de competencias, una actitud pasiva que, observada desde una isla menor, predomina sobre todo en Mallorca. Es posible, además, que el PSM y este firmante coincidiéramos a la hora de reseñar el capítulo de las sospechas que explicarían la mencionada pasividad de conservadores y socialistas.
Y vuelvo sobre la trascendencia del autogobierno. Uno confía en que cuando este país consiga superar su timidez política será factible la articulación e implantación de un modelo federal. El actual estadio autonómico creo que es insuficiente y no ignoro que todavía hay que vencer numerosos recelos políticos.
Mientras, no obstante, me sumo a quienes son partidarios de aprovechar cuantas vías existen para fortalecer el Estado de las Autonomías y a quienes se oponen a todo retroceso y manifiestan también un firme rechazo hacia los planteamientos que ante la magnitud de la crisis económica propugnan, por ejemplo, la devolución de las competencias de educación o sanidad a la Administración central.
Un Estado autonómico fuerte requiere obviamente poder. Y no puede construirse por supuesto desde la prepotencia centralista, si los lectores me permiten una segunda obviedad. El acuerdo sobre el marco de competencias y el consiguiente proceso negociador es una tarea capital a desarrollar por las administraciones central y autonómica; y es, por extensión, el camino establecido para contar con unos consells insulares fuertes.
Esta sencilla base política explica la relevancia de la distinción existente entre proponer y decidir. Porque carecería de sentido alguno que una institución autonómica no tuviera poder y se viera abocada a conformarse con proponer iniciativas o presentar propuestas, sin ver reconocida su capacidad para decidir. La conclusión es elemental: se tiene poder decisorio si se tiene poder político. Vienen a cuento estas afirmaciones a propósito de la declaración hecha por el conseller Carlos Delgado en Maó al indicar que "la promoción turística de la Isla será decidida en Menorca". No me vale. A saber el elevado número de olvidos y compromisos políticos incumplidos que albergan las hemerotecas. Menorca tiene que exigir un reconocimiento explícito –y en documento oficial– de su poder de decisión, y eso se consigue, en el caso que nos ocupa, mediante el traspaso de la correspondiente competencia y no confiando simplemente en el compromiso verbal de un conseller. Solo cuando el Consell de Menorca cuente con el poder de la competencia de promoción turística podrá decidir sobre tal materia bajo su exclusiva responsabilidad y sin verse obligado a elevar su plan promocional a Palma para recibir la aprobación y los recursos económicos de la Conselleria balear de Turismo.
Claro que aquí aún se da más importancia al dinero específico que pueda obtenerse para la promoción que a la titularidad de la competencia, titularidad que implica el poder decidir sin intermediarios y sin tener que dar explicaciones a terceros. La patronal ASHOME prefiere decantarse por la opción del dinero, tal como manifestó su presidente Joan Melis tras la visita del conseller Carlos Delgado. Una posición legítima y comprensible pero que no comparto en absoluto.
Porque para mí es más importante tener reconocido previamente el poder decisorio y a partir de ahí ya se discutirá sobre las cantidades dinerarias.
No oculto que a veces produce cierto sonrojo periodístico el tener que exponer una serie de razones tan elementales. Como elemental es la clara distancia que separa las acciones que se limitan a proponer o pedir de las acciones que deciden, esto es, de las acciones decisorias en sí mismas. Que esa última es hoy la vía idónea a transitar para el autogobierno, como seguramente apreciará todo buen entendedor.
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