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A través de la peluquería Mi Salón de Paquita y Enrique, que se encontraba en el número 1 de la plaza de San Roque de Mahón, llegaron a nuestra ciudad muchos jóvenes peluqueros. Unos procedían de Barcelona, otros llegaban de la ciudad del Turia. Transcurrido el tiempo de aprendizaje algunos quedaron, casándose, hoy abuelos, mientras otros regresaron a sus ciudades. Siempre recordando la oportunidad recibida por parte de su maestra, la señora Paquita como ellos la llamaban, una mujer de mediana estatura, todo corazón que enseñaba a su manera, lo que en su juventud aprendió en la capital de España.

Enrique Alfonso Eloy fue él último peluquero que trabajó con el matrimonio. Al fallecer Francisca Marcos Bonet en 1980, quedó junto a su viudo hasta 1988, que se debió cerrar el negocio. Eloy se trasladó a la acera de enfrente, en el número 18, montando su propio negocio. Antes de continuar, recalcar que para esta servidora, se trata de una persona entrañable. También para su público que tanto le aprecia, jamás he de olvidar su ejemplo de amor que siempre ha ofrecido a las personas mayores, entre ellos mis padres.
En esta ocasión nadie como él podría informarme de Casa Paquita.

Eloy en realidad es su apellido. En la pila bautismal se le bautizó como Enrique, siendo sus apellidos Alfonso Eloy. Nació en la llanura sobre la que se elevan suavemente algunas lomas, prolongación de la Sierra Calderona, hasta unir los términos de Bétera, Valencia y Moncada, en esta comarca valenciana de L'Horta, Enrique creció entre sus verdes campos y sus fértiles huertas.

El joven Eloy llegó a Mahón, un frío 12 de marzo de 1975. Recién finalizados sus estudios de peluquería en la academia Vicente Tur de Valencia, la cual estaba en contacto con Paquita y Enrique, recomendándoles jóvenes estudiantes para que aprendieran el oficio com Déu mana.

Eloy fue un privilegiado por ser barbero y haber trabajado en ello desde muy joven, casi un niño, fue al finalizar el servicio militar que decidió dedicarse a la peluquería de señoras.

-¿Cómo fueron tus inicios en el nuevo trabajo?

Significó un cambio de ciudad, de gentes, de costumbres, de tot, encontrando a faltar mis padres , mi hermano, mis amigos y familiares. Mahón me pareció triste y solitaria, tuvo que llegar el verano para cambiar de opinión.

Debo reconocer que al finalizar los estudios en la academia valenciana, me faltaba práctica, lo que se conoce como rodaje. Esto era lo que te ofrecía la señora Paquita.

-¿Cuánto ganabas?

Era algo peculiar, no percibía sueldo alguno, me refiero al monetario. A cambio, una cama, desayuno, comida y cena. Un ambiente familiar. Con la posibilidad de aprender cien veces más que en la escuela. La señora Paquita era una institución, sabía mucho de belleza, de estética, constantemente enseñaba a maquillar, depilar, hacer la manicura, pedicura y todo y cuanto era preciso para ofrecer un buen servicio a la clientela, que era mucha. Allí acudían todos los estamentos sociales, entre ellos una gran señora que jamás olvidaré, doña Pilar Merino de Montañés, encantadora, siempre demostraba su agradecimiento bien fuese en el tinte, permanente o cualquier otro servicio. Me agradaba arreglarle el pelo ya que durante mi trabajo ella me iba comentando y dándome a conocer detalles para mis desconocidos de la isla. Al fallecer lo sentí con toda mi alma.

-¿Cuál fue tu primer destino?

El matrimonio disponía de 13 o 14 peluquerías. La primera que abrieron en 1941 en la plaza de San Roque, a la que podríamos citar como principal. En el Hotel Port-Mahón, la antigua peluquería Queta de la calle de la Infanta, cerca del estanco, Cala en Porter, en S'Algar, en el hotel Xaloc de Punta Prima, 2 en el Arenal d'en Castell, otra en Santo Tomás, en Mercadal, Son Bou, San Clemente. Todas ellas daban mucho trabajo y la oportunidad de ganar un jornal. De la recaudación de los domingos y festivos ganaba el 50%, ello te motivaba a no estar parado.

Mi primer destino fue el Arenal d'en Castell. En aquel lugar, la primera semana sorprendí a mis jefes, por la recaudación que logré, 4.000 pesetas, quedaron sorprendidos, cifra jamás alcanzada, el ser barbero hizo que los empleados de los hoteles, bares, restaurantes etc. se lo dijeran unos a otros, fue una suerte para mí.

Jamás olvidaré el primer moño o recogido que hice. Aquella noche no pude conciliar el sueño al pensar en los 40 clips que había ido enganchando para que quedara sujetado, mesquineta, y por el contrario la clienta muy agradecida no se cansó de repetir senquiu… senquiu…

-¿Y después…?

A los 2 meses, pusieron a otros dos peluqueros y yo pasé a la del hotel Los Búhos, de Santo Tomas. Los peinados eran puramente artesanos. No se conocía el secador de mano. Algo que jamás olvidaría de la señora Paquita, el haber aprendido a hacer tirabuzones con los dedos. Llegó octubre, con él las vacaciones. Estaba decidido, con la experiencia adquirida tenía la vida resuelta, volver a mi tierra, esta me tiraba y mi familia mucho más. Al comentarlo a mis jefes, pusieron el grito en el cielo, no podían admitirlo, no querían que me marchara, proponiéndome lo que se llamaba mantingut y sueldo, de estar de responsable en alguno de sus negocios y el 50%. Y quedé.

-¿Cuál era el horario?

De 9 de la mañana a las 9 de la noche, continuo sin cerrar, por cierto me encargaba al mediodía de las guardias. Pero la cosa no era así. Había mañanas que se abría a las 8 o bien porque había una boda a primera hora, o alguna clienta debía viajar con el avión, etc. Las vísperas de las fiestas más importantes del calendario, a veces tocaban las 11 de la noche y muchos sábados también, pero siempre trabajando contento y feliz sin rechistar, de lo contrario hubiera cogido el vapor y cap a València toquen.

-¿Qué opinión te merece aquel matrimonio de maestros?

Lo que ya te comenté en un principio, que me alegre muchísimo al leer la primera xerradeta que hiciste sobre los mismos. Se merecían un homenaje, algo que alguien, dile PIME o quien fuera, les debía un reconocimiento, fueron los innovadores en el ramo de la peluquería de señoras, las casas de productos al llegar a Mahón era el primer lugar que visitaban, sus conocimientos eran amplísimos. La señora Paquita gozaba de algo que yo jamás había visto, ni tan siquiera en la academia de Valencia, a sabiendas que era una de las mejores de España.

Fueron los primeros en abrir el servicio en los hoteles de Menorca. Fueron los precursores en permanentes, tintes, los recordados plis y una infinidad de productos.

-¿Eloy, cómo era la señora Paquita?

Una mujer admirable, empezaba el día asistiendo a misa de siete en la capilla de Comunión de la parroquia del Carmen, de regreso hacía la compra en el mercado. Le gustaba ir bien arreglada. La aprecié y admiré tanto, que debo decir que en la presente entrevista no deseo ser el protagonista, este puesto es y debe ser para ella, Francisca Marcos Bonet.

No deseo finalizar con las nuevas técnicas en este ramo, pero sí decir la felicidad que transmite al hablar con él y de esta personita tan importante en su vida, su querida niña, su ahijada y protegida a la vez, su apoyo a su familia que lo engrandecen una vez más tal como decía al principio, la manera de ser de mi querido amigo, mi apreciado Eloy.

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margarita.caules@gmail.com