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Una de las características más sobresalientes del período político que estamos viviendo en Menorca (y que se inició con el advenimiento y posterior desarrollo de la autonomía balear y sus "retoños" los Consells Insulares) es el cambio producido en la forma de enfrentarse a la vida laboral de buena parte de las nuevas generaciones de menorquines.
La solidificación de la nueva red administrativa impuesta por esa autonomía junto a todas las "terminales" específicas que revolotean a su alrededor ha significado la espectacular aparición de una gran cantidad de puestos de trabajo en economía no productiva (nuevos funcionarios o personal contratado) que han "ambientado" y alimentado una creencia política determinada y que han cambiado muchas de las actitudes tradicionales en la isla.
Históricamente el "funcionariado" siempre había sido considerado en la isla como un refugio para gentes sin iniciativa, sin "nada más que hacer". Ser funcionario no había estado demasiado bien considerado bien por los bajos emolumentos que percibían bien porque la tendencia a la iniciativa privada era muy fuerte en la isla.

Pero eso ha cambiado porque se han modificado (¿de forma forzosa?) los conceptos. Antes se primaba y anteponía la valentía (el orgullo) por crear una empresa, por montar una iniciativa laboral, ahora, al vislumbrarse las primeras dificultades se acude al supuesto chollo administrativo (al sueldo seguro) olvidándose de que "montar algo" siempre, en cualquier época, ha sido difícil y costoso.

Es el resultado del tipo de autonomía que hemos aceptado tener y cuyas consecuencias comprobamos. Para justificar y alimentar el nuevo cotarro montado (para "reafirmarse en lo autonómico") se ha necesitado crear una espesa red de entidades, empresas pseudo públicas, etc. cada una de ellas con su correspondiente plantilla normalmente sobredimensionada. Para algunos utópicos ese crear muchos puestos de trabajo ya justifica la magnificencia del concepto de autonomía mientras que para otros, más sensatos, esta exageración innecesaria significa un gasto público desbordado, desmesurado y ya imposible de mantener. Un sinsentido que nos ha conducido al puerto en el que estamos actualmente amarrados: al puerto de la pura ruina.

Particularmente, en Menorca "lo autonómico" ha sido magnificado y exagerado hasta un punto de casi no retorno. En los últimos años han sido las ideologías estatalistas que han gobernado la isla las que, al haber cortocircuitado (por ideología) buena parte de las iniciativas privadas que pretendían desarrollarse en la isla, han abonado e idealizado la idea del funcionariado como destino apetecible y preferible para muchos.

¿No hemos estado de hecho en Menorca bajo un incipiente régimen pseudo –comunista donde la economía privada ha querido ser satanizada para ser reemplazada por la seguridad del estado (autonómico)?.

Así con tan sólo 80.000 habitantes se ha creado en Menorca una tupida red administrativa que, con miles de empleados, amenaza de hecho a la economía privada. Reiteramos que han sido tantas las normas, las reglas, los planes, etc. que han querido regular la actividad económica que nos hemos ido pareciendo a una sociedad para-comunista donde una administración sobredimensionada regula y dirige toda la actividad económica.

Para los nuevos inquilinos del Consell Insular debería de ser obvio que, contrariamente, estamos en un régimen de libre mercado donde el intervencionismo (más allá del racional que asegura la inicial igualdad del todos los ciudadanos) debería de estar acotado en su justa medida para no ser un lastre y para no poner impedimentos a la iniciativa privada. Así, es necesario desburocratizar la sociedad isleña. Menos política y más economía. Menos burócratas y más emprendedores.

Creemos oportuno recordar a los nuevos dirigentes de la isla que inculquen a la juventud menorquina la querencia por la iniciativa personal, por la plasmación de una idea creativa en una realidad laboral. Recuperar Menorca es recuperar la tradición de la isla. Para ello la crisis es siempre una oportunidad. Donde había dogmatismo y encorsetamiento ideológico deberá de surgir apoyo a la iniciativa privada, y donde había exageración evidente en la contratación de personal deberá de imperar el sentido común y reconsiderar y redimensionar la estructura administrativa para una sociedad insular que, repetimos, no supera las 80.000 almas. ¡Seny, senyors!.

Nota: Felicidades a todos los "Joans i Joanes", Juanes y Juanas, "kuanitos y kuanitas".