"Es injusto que haya tanta gente que se termina antes la comida que el hambre".
El otro día encontré dentro de un libro de cocina unas notas manuscritas que ni atalayado en los recursos de la memoria, se me alcanzó la razón de cuándo y por qué me tomaría yo el trabajo de anotar en unos papeles aquellas recetas gastronómicas de extraño nombre. Tuvo que ser que anduviese el gastrónomo recuperándose de alguna experiencia de alguna comida de las que a veces pide por la archidiócesis culinaria de los restaurantes que nos vamos encontrando en nuestras trashumancias. Sí… eso sería. Para el caso les diré que en una de las notas dice: "manos de concejal" y me recuerdo que este plato lo he disfrutado en sitios diferentes, pero la primera vez me lo sirvieron en Toledo. Les confieso que me dio vergüenza preguntar qué cosa era esa de manos de concejal. Pero acordándome que para "torear y para casarse hay que arrimarse", me dije: para comer también. Así que le dije al camarero: arrímeme unas manos de concejal. Cuando me puso el plato en la mesa, se me escapó una exclamación, ¡anda coño!, ¡pero si son manos de cerdo en salsa!
En Cádiz, pedí un día "caldo de perro gaditano" que resultó ser una pescadilla con ajo, cebolla, aceite, caldo y la novedad del zumo de una naranja amarga, si bien confieso que antes de que me trajeran este plato andaluz pensé: verás tú con esa curiosidad mal domada. Pero qué va, esta vez tuve suerte. De otras veces no diría yo lo mismo.
En otra ocasión, según voy leyendo en las notas manuscritas, me sucedió que en un restaurante de Extremadura, tenían en la barra del bar, antesala del comedor, un letrero que para mí resultó ser como un imán, tenemos papas "manos guarras". Así que le dije a la señorita que me tomó nota en el comedor, oiga señorita, ¿me podría traer para entretener la espera unas manos guarras y descorcharme ya la botella de rioja? Cuando tuve "aquello" en la mesa, el primer golpe de vista me aclaró que las manos guarras eran unas patatas previamente hervidas o quizá asadas y terminadas de hacer ya troceadas en sartén con un aliño de ajo muy finamente picado, un chorro de vinagre y unos generosos trozos de guindilla. Como tenían vinagre, no quise malograr una copa de excelente rioja haciendo enviudar un noble caldo con el funesto encontronazo de juntar vinagre y vino.
Cuando un servidor era un ciutadellenc recién llegado a Madrid, pasar me pasó de todo. Recuerdo que una mañana a horas que no eran horas, para otras viandas que el chocolate y los churros, o el café con la dichosa tostada, y como una gastronomía de buena boca y mejor cabeza, si acaso el pan "amb tomaca", pues nada, curioseando una lista de oferta de platos del local, alcancé a ver que tenían "matrimonios" y además decía: no se vaya usted sin probar nuestros matrimonios. Como no tenía ni idea qué cosa era aquella de los matrimonios, me dije: Pepe, lo mejor será que hagas lo que estás pensando. Y sin darle más vueltas dije: oiga, ¿me pondría un chocolate y un matrimonio? El camarero me miró como quien ve la luna por primera vez, ¿seguro que es eso lo que quiere?, dijo.- Sí…sí…claro. Y chilló el camarero, ¡oído cocina!, ¡un chocolate y un matrimonio! Y todas las personas que estaban atalayadas en la barra desayunando, se giraron para no perderse detalle del tontolaba que se iba a tomar un chocolate con boquerones en vinagre y anchoas.
Como el viajero tiene mucha Andalucía paseada, déjenme que les diga lo que me pasó en un restaurante de Jerez, donde, por cierto, disfruté de unos calamares rellenos extraordinarios, aunque antes quise correr la aventura de saborear una "sopa de gato", en puridad unas rebanadas de pan, por cierto tengo para mí que del día anterior, en cazuelita de barro, con unos dientes de ajo sofrito, agua, aceite y sal. Poco más o poco menos, lo que en Menorca le decimos un "pancuit". Por eso, cuando lo vi, dije "¡no fotis", ¿y a esto le dicen sopa de gato?
Peor fue en Guadalajara que pedí de primero "matahambre", sin duda una gastronomía de subsistencia, porque no es otra cosa que albóndigas de pan con huevo, acompañadas de un sofrito y agua donde cocerán hasta que un atrevido como yo mande que se lo sirvan.
Créanme que no hemos hecho más que contar una mínima parte de lo mucho que por nuestra curiosidad gastronómica nos ha ido pasando por restaurantes, figones, casas de comidas y hoteles.
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