Seguramente los lectores del Diari Menorca que tienen a bien leer mis artículos, se recordarán que no han sido pocas las veces que he vaticinado lo que puede pasar si la familia política no cambia drásticamente la pésima manera que tienen de ejercer el limitado poder que le dan las urnas y el ilimitado poder que a sí mismos se otorgan.
Un político, sobre todo los de carácter municipal, no tienen otra encomienda por parte de quien les votamos, que aquella de gestionar bien los dineros públicos, atender la demanda de mejoras del municipio siendo ecuánimes en las necesidades prioritarias, y poquito más. En puridad, la suya es la labor de un gestor, un asalariado de la función pública, en este caso emanado de las urnas, es decir, elegido por la ciudadanía. Lo malo es cuando el concejal o el alcalde se autoconvierte en un personaje de sí mismo, se le sube la vara de mando a la cabeza o aún peor, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y aquello de "dios nos ponga donde haya, que de coger ya nos cuidaremos nosotros", están más a sus cuidados que a los problemas de la ciudadanía que deben resolver. Y así pasa, que de repente convierte los terrenos donde otrora careaban las cabras y lo convierte en terreno edificable, habiendo puesto al tanto al amigo constructor, aquel que siempre está "a la wait" del pelotazo y… unos millones para ti y unos millones para mí "que esta vida es un baile y el que no lo baila es un tonto". Y claro, de repente el personal nota que al concejal o al señor alcalde le empieza a lucir un lustre sospechoso. Detrás de estos del trinque al por mayor, hay un verdadero enjambre de los que sin mirar lo que pasa alrededor, sin pudor y huérfanos de vergüenza, les da por subirse el sueldo, montarse cenas a tutiplén pagadas por el erario público, amén de unos cuantos viajes de acá para allá pensando que todas esas cosas van en el cargo. ¡Claro! Luego pasa lo que le pasa. El votante, ese personaje anónimo por el que tanto suspiran en el mes de la campaña electoral, empieza a poner mala cara y a mirarse el político más como una desgracia que como una suerte. Incluso sucede que de todos los males que le quitan el sueño al votante, uno de los más acuciantes son precisamente los políticos.
Ojalá que vengan con la lección aprendida
26/05/11 0:00
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