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Tal como afirmábamos en nuestra primera colaboración, este rincón literario nació con la modesta pretensión de guardar la memoria de aquellos escritores más significados de la literatura castellana del siglo XX, normalmente ya fallecidos. Pero, en esta ocasión, la actualidad manda y, además, considero un acto de justicia dedicar este artículo, con mi admiración a toda su obra, a la excelente escritora Ana Mª Matute, recientemente galardonada con el Premio Cervantes, el más preciado de las letras en lengua castellana.

Y, en este caso, felizmente, nos queda su amplio testimonio literario y también su persona, llena aún de vitalidad, a sus 85 años de edad. De aspecto aparentemente frágil pero dotada de una gran energía, Ana Mª Matute Ausejo (Barcelona,1925) es, en la actualidad, una de las escritoras de mayor prestigio de las letras españolas, que, además, desde sus orígenes literarios, aúna el elogio de la crítica y el favor del público. Reconocida y premiada con los principales galardones: Café Gijón con Fiesta al Noroeste(1952), Planeta con Pequeño teatro(1954), Premio de la Crítica(1959) y Premio Nacional de Literatura(1959) con Los hijos muertos, Premio Nadal(1959) con Primera memoria, Premio Fastenrath(1962) con Los soldados lloran de noche, Premio Lazarillo(1965) con El polizón del "Ulises", es autora de una extensa obra, con más de cuarenta títulos, que da fe de una vida dedicada enteramente a la creación literaria.

De fuerte carácter y dueña de una personalidad inconfundible, fue la primera mujer novelista en formar parte de la Real Academia de la Lengua Española, en la que, desde 1998, ocupa el sillón K.

Matute es una autora que ha creado un universo narrativo propio y original, que varía en función de los géneros literarios que cultiva: novela, cuento, cuento infantil o ensayo. Alterna diferentes formas literarias como el realismo social o la narrativa fantástica, pero su visión del mundo permanece inalterado, lleno de sentido. Su obra es inseparable de su propia experiencia vital y se define por un género intermedio entre ficción y autobiografía. Integrante de la generación de los niños de la guerra – tenía once años cuando empezó la guerra-, su irrupción en el mundillo literario se produjo a finales de los años cuarenta, en una sórdida, oscura y gris posguerra, sin apenas vida cultural.

Sus primeras obras corresponden al llamado realismo social, pero con una gran carga de lirismo y con un declarado protagonismo infantil y femenino, que les distinguían claramente de la narrativa del momento. También es muy significativa su tierna mirada a los seres más pobres y desheredados y su intención de dar voz a los silenciados en una sociedad de profundas diferencias sociales.

Marcada por el sino dramático de la guerra, comparte con otros autores de su generación una visión trágica y desencantada de la vida, en la que no hay lugar para la esperanza y sí para el pesimismo. En esta línea se desarrollan sus primeras novelas Los Abel(1948), Fiesta al Noroeste(1953), Pequeño teatro(1954) y Los hijos muertos(1958). Siguió el mismo rumbo en su trilogía Los Mercaderes, integrada por Primera memoria(1960),Los soldados lloran de noche(1964) y La trampa(1969), que cierra su etapa realista.

Víctima de una grave depresión que la sumió en un inevitable silencio literario, la literatura fue, sin duda, su verdadera tabla de salvación. Ana María considera que su infancia, llena de cuentos maravillosos, fue decisiva en la formación de su personalidad, esos cuentos que salvaron una infancia frágil- cayó en dos ocasiones gravemente enferma- y que han posibilitado que nunca haya dejado de ser la niña que fue. Con una gran capacidad de imaginación y fabulación compuso después su otra gran trilogía medieval – La torre vigía(1971), Olvidado rey Gudú(1996), quizás su obra maestra que recoge las constantes de su obra: la soledad, la infancia irrecuperable, la incomunicación, la mezquindad adulta y la fantasía, y Aranmanoth(2000). En su última novela publicada Paraíso inhabitado(2008) recrea un universo infantil delicado, tierno y maravilloso. Pero el último libro que ha editado es La puerta de la luna(2010), que reúne sus cuentos completos y que incluye, además, escritos cortos y artículos periodísticos, que escribió para la revista Destino y que da fe de su enorme quehacer literario.

Su discurso, tras recibir el Premio Cervantes, uno de los más breves, sencillos y sentidos que se recuerdan, como ya lo fue , en su momento, el que pronunció con motivo de su incorporación , como académica, a la Real Academia de la Lengua, fue una espléndida oportunidad para reivindicar el maltratado cuento-"por fin respetado en nuestra literatura"- como género mayor de la tradición oral y elemento indispensable para iniciarnos en la lectura y para defender también el poder de la invención. Con sus palabras invitó a todos a compartir "el sueño que me acompaña desde la infancia, desde aquel Érase una vez que conmovió mi pequeña vida" y explicó cómo la literatura fue para ella un faro frente a las abundantes tormentas habidas en su vida y un bálsamo para su dolor. "El que no inventa, no vive", dijo en esencia. Y así sigue ella, firme y decidida, afrontando nuevos proyectos y dándole vueltas a una nueva novela, que tiene en preparación. Lúcida e imaginativa mantiene intacta su primigenia capacidad de fabular.

De sobras merecido este reconocimiento a toda una vida seducida por el poder de la invención y entregada, con entusiasmo, a la creación literaria.