25/04/11 0:00
La proximidad de las elecciones ha disparado la batalla por el voto con una campaña que sobrepasa, de hecho, el periodo acotado para exhibir carteles de propaganda y petición de voto. En esa lucha, donde se espera un mensaje claro, propuestas de acción concretas y señales de un estilo digno de velar por los intereses públicos brillan, sin embargo, los excesos, los chistes y hasta el juego sucio. La seriedad parece reñida con el perfil del candidato, más preocupado en sorprender y ganar la confianza del votante con ideas absurdas, incumplidas con anterioridad o de imposible cumplimiento que en ofrecer un programa realista surgido de las demandas ciudadanas.
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