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El distanciamiento que existe actualmente entre la llamada clase política y el ciudadano, reflejado en los estudios sociológicos, es preocupante y una debilidad del sistema democrático. Esta realidad es todavía más negativa en plena campaña, porque la acción de votar cotiza a la baja y los elevados índices de abstención siempre son una mala noticia. Personalmente, creo que la participación en una cita electoral - aunque sea para depositar una papeleta en blanco - es un deber y un derecho al que no se debe renunciar.

Conscientes de esta fractura, los partidos políticos han dado una vuelta de tuerca para captar la atención y el interés del electorado pasivo -que al final es el que suele decantar la balanza- buscando golpes de efecto más allá de los mítines al que sólo acuden los convencidos o las infinitas ruedas de prensa. El ejemplo más rocambolesco es lo ocurrido en Catalunya con los vídeos subidos de tono.

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Aquí en Menorca se está imponiendo la foto del posado de los candidatos para intentar dar más fuerza al mensaje. Se persigue la originalidad, pero se corre el peligro de que el abuso se traduzca en aburrimiento. Y más si se utiliza la táctica del salami (cada día una loncha).

Todavía faltan muchos días para el 22-M, por lo que sería conveniente dosificar para que unos y otros no lleguemos exhaustos a la gran fiesta de la democracia.