Hay quienes llegan a la política, ocupan (a veces desde discutibles méritos) un alto cargo, cobran un salario más que aceptable, tienen poder y lo ejercen. Están unos años, se van de la política regresando a sus cuidados, ocupando el cargo que ocupaban o cualquier otro que, al rebufo de sus influencias, les hayan ofrecido.
Otros, por el contrario, cuando pisan la moqueta y ocupan, y se ocupan, de un favorecedor destino, se creen que "aquello" es vitalicio hasta que la muerte les separe. De estos y de estas los hay que hasta llegan a pensar la suerte que ha tenido su país al tenerlos dirigiendo el cotarro. A estos políticos no hay quien les quite de la mullida butacona y el enmoquetado despacho, a no ser que vayan a parar a otra butacona de otro despacho, donde al igual que anteriormente, un servil pasante atiende las audiencias del poder. Otros, en fin, son como guadianas de la cosa, desaparecen y un día vecino de cualquier legislatura, aparecen de nuevo pero nunca, jamás de los jamases, para ponerse a trabajar en la zona humilde del escalafón. ¡Hombre!, ¡no fotis! Con lo que uno vale, su sitio no puede ser otro que "respanchingaó" tras de la mesa del ordeno y mando y así, de esta suerte, ir viendo pasar la vida.
De todo el amplio y variopinto abanico humano de la industria política, de tarde en vez afloran los "rebotados". Suelen ser personajes mayormente inconformistas y una mañana se levantan de mal levantar y organizan, con razón o sin ella, un encontronazo en contra de la voluntad de algún político que ocupa en el organigrama un escalón superior. Y como de esos polvos siempre aparecen algunos lodos, el asunto se dilucida pasando a engrosar el grupo mixto, una especie de furgón de cola que va recogiendo inconformistas y allí, cada uno de una madre, léase madre política, se van aparejando desparejadas políticas, unidas por el fenómeno de las desavenencias con el respectivo partido con el que consiguieron el escaño. Y en vez de dimitir, que sería lo suyo, como si estuvieran pegados con pegamento y acaso lo estén con el pegamento del sobre del fin de mes, ahí se andan haciendo encaje de bolillos en una función política cuesta arriba o cuesta abajo ya que no pueden apoyar al partido que les ha dado la espalda, pero tampoco a la oposición que criticaron ferozmente cuando aún tenían un apellido que les reconocía como afiliados a un partido político. Ahora son nómadas, okupas de un escaño sin partido, hasta que la legislatura aguante.
Otros van más allá del grupo mixto y acaban por sacarse de la chistera su propio partido. Dos ejemplos notables, Rosa Díez y Francisco Álvarez Cascos.
Rosa, criada y crecida, políticamente hablando, dentro del PSOE, al igual que Cascos en el PP, no puede poner a caer de un burro lo socialista y tampoco puede Álvarez Cascos hacerlo con el PP. Si lo hicieran tendríamos que preguntarnos qué estuvieron haciendo tantos años en esos partidos y con aquellas políticas.
¿Por qué estos "rebotados" se sacan de la chistera un nuevo partido, que naturalmente presiden?, ¿no será todo que en sus anteriores partidos ya nos les dejan ocupar la butacona y el despacho a su antojo?
Por otro lado hay que hacer un esfuerzo y no pequeño para reunir el crédito necesario de pensar que Rosa Díez o Álvarez Cascos, a estas alturas de la película, han venido en dar con la piedra filosofal de hacer la política que el votante demanda. Yo qué quieren que les diga, en un sí es no es de maldad para estas cosas, me recuerdo de lo que una vez me dijo uno que entiende de galgos que corren tras de las liebres: "Mis galgos- dijo- corren lo mismo aunque les cambie el collar, unas veces mucho y otras veces ná".
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