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La señora Aguirre, doña Esperanza, no es una mujer cualquiera. Su experiencia política le viene de muchos años, ocupando puestos de la máxima responsabilidad: Fue ministra en un Gobierno de Aznar, se midió en las urnas por la presidencia de la Comunidad de Madrid y perdió aquellas elecciones pero "qué boda sin la tía Juana", aparecieron dos tránsfugas socialistas que hurtaron la presidencia que legítimamente habían ganado en las urnas los socialistas; finalmente y tras unas nuevas elecciones, doña Esperanza Aguirre fue nombrada presidenta de todos los madrileños. En el 2004, la reina Isabel II le concede el curioso título de Dama Comandante Honorífica de la orden del Imperio Británico.

Estos días es noticia por tener cáncer de mama.

El lunes 21 de febrero, aunque supongo que la señora Aguirre llevaría un tiempo sometida a las decisiones de los oncólogos, ella misma da la noticia de su enfermedad y curiosamente, al día siguiente, es decir el día 22, es ingresada en un hospital público, se le hace el preoperatorio y a continuación es intervenida quirúrgicamente. Puede dar la sensación que apenas detectado el tumor maligno ha sido operada, aunque posiblemente nada de todo esto habrá sido así porque supongo que la presidenta también habrá sufrido las listas de espera que pueden ser largas, a veces muy largas, en nuestros hospitales. Conozco el caso de un familiar que ante un problema de próstata (que también pudiera ser un cáncer) lleva ya cuatro meses esperando que le atiendan en urología. Fíjense, se lo repito, cuatro meses esperando que le atienda un especialista. Luego, si las cosas se ponen de mal poner, vendrá lo de mandarle una biopsia, por lo que tendrá que esperar por lo menos otro mes, cuando no sean dos. Finalmente, tras alguna prueba más y otro episodio de espera, le dirán lo que tiene, pero nunca antes de los 6 o 7 meses. Por eso supongo que la señora presidenta también habrá pasado por un camino parecido.

A doña Esperanza Aguirre la conocí de ministra de Cultura en una entrega de un premio Cervantes. Años después volví a fotografiarla, ya de presidenta de la Comunidad de Madrid. Recuerdo el desparpajo de una personalidad hiperactiva. Por delante de la fachada (preciosa fachada de la Universidad cisneriana) en cuyo paraninfo tiene lugar, presidido por los Reyes, la entrega del Premio Cervantes de las Letras, se agolpan un notable número de desocupados y desocupadas que están allí el tiempo que haga falta hasta ver a los Reyes y al resto de personalidades que acuden a tan renombrado acto.
¡Espe, Espe!, le gritaron unas comadres. Y ella, "la Espe", cogió carrerilla y para allá que se fue a parlar con ellas, dejando a un corro de señores vestidos de "pingüino" que el protocolo del acto les exige. Quedaron, ya digo, con la boca abierta. Otro año, al pasar por delante de donde yo estaba cámara en ristre, acerté a decir: ¡Doña Esperanza! Ella se paró, se dio cuenta que quería fotografiarla.

Esperanza Aguirre es una mujer que políticamente gustará o disgustará, pero su dedicación es incuestionable, habiendo dejado muestras de un coraje poco común. Recuerden cuando, en compañía de Mariano Rajoy, tuvo aquel accidente de helicóptero. Rajoy salió que se palpaba el cuerpo y no se encontraba la camisa, pero ella sin inmutarse, de hecho siguió con la agenda del día, como si subirse a un helicóptero y que éste se venga contra el suelo fuera una cosa habitual. Lo mismo que cuando el hotel donde se hospedaba fue asaltado por Al- Qaeda.

Con Esperanza Aguirre, dice el alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, "se amplía la cofradía". Se refiere el alcalde a los políticos que tienen o han tenido cáncer, empezando por él mismo que tiene cáncer de próstata, María San Gil, cáncer de mama, al igual que la teniente de alcalde de Pontevedra, Teresa Casal, que también tiene cáncer de mama. J.A. Durán Lleida lleva tres años operado de un cáncer de pulmón. O José Montilla, operado hace once años de un cáncer de colon, por poner sólo algunos nombres muy conocidos.

Espero para doña Esperanza Aguirre la mejor de las suertes ante el más duro de los retos a los que se ha enfrentado. Una enfermedad siempre agazapada a la verita de nuestro cuerpo que no avisa cuando llega, sólo se descubre cuando ya es el más indeseado de los okupas.