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La mayoría de los españoles consideramos a China como un país lejano, alejado de nosotros, sin embargo la realidad es que el eje económico del mundo se ha desplazado hacia Asia y concretamente a esta potencia.

Las informaciones de los últimos días tienden a ser protagonizadas por temas relacionados con China. Datos, cifras y frases económicas sobre la producción de aquella república popular se van dejando caer tras las conversaciones de Obama con Hu Jintao, presidente de China al igual que las informaciones tras las reuniones del viceprimer ministro chino, Li Keqiang, con el responsable español de Industria, Miguel Sebastián y un centenar de empresarios de ambos países para afianzar las relaciones comerciales. Por lo visto y, según dicen los expertos, esta buena relación es la solución para la crisis de España.

La verdad es que a mi las finanzas se me escapan y no entiendo mucho lo que significa que China haya comprado 6.000 millones de deuda española, pero no me suena a algo como para tirar cohetes. Lo que sí entiendo es que estamos endeudados con ellos, al igual que la mayoría de los países, América incluido, y que eso nos hará pagar cierto peaje que indudablemente pasará por someternos a algunas de sus decisiones.

En el mes de noviembre tuve la gran oportunidad de viajar a Shangai y conocer la China puntera, la que está tirando del país y donde se pueden observar las tendencias sociológicas y geopolíticas de esta tierra. Tras esta experiencia puedo afirmar que China me atemoriza en lo que respecta al futuro de nuestra industria y con ello de la economía que hasta ahora nos ha dado de comer.

Shangai es una megápolis de 20 millones de habitantes, asentada alrededor del río Huangpu con más de 3.000 grandes y espectaculares edificios que emulan las grandes ciudades occidentales. Se pueden encontrar rincones de Nueva York, de París, de Londres… Es, como toda la actualidad china, un "copia y pega" del mundo occidental.

El gran sueño de un chino es vivir como un occidental, es decir, tener, tener y tener (¡si ellos supiesen el vacío que esto conlleva!). Tener lo mejor, lo más llamativo aún a costa de trabajar jornadas infinitas con unas condiciones salariales ínfimas, sin vacaciones ni ninguna contraprestación social.

Las chicas que tienen posibilidad económica, intentan hacer desaparecer su identidad facial sometiéndose a una intervención quirúrgica que les convierta sus característicos ojos rasgados en ojos más redondeados y abiertos. Las melenas son largas y alisadas, teñidas en el color de sus idolatradas musas americanas, tacones altos y primeras marcas de ropa las acercan al glamour ansiado.

La meca del chino es llegar a trabajar en Shangai y hacer dinero. Abrir un negocio propio o trabajar para algún emprendedor a ser posible europeo.

Muchas industrias europeas han trasladado sus sedes a este país pues no solo los salarios permiten una producción con mayores beneficios sino que, además, el chino es capaz de ofrecer un servicio personal pensando en el confort y el bienestar del cliente. Como dato les diré que en el aeropuerto de Shangai pasar los insufribles controles para acceder al avión se convierte, casi casi, en un rito placentero.

La limpieza de las calles cuenta con montones de peones armados con escobas de ramas de árbol secas que no dejan de moverse por doquier manteniendo un entorno impoluto.

Pero el futuro está en aquellos que aprenden inglés o español ya que nuestro país y su cultura han acaparado tanto su atención que han aprendido a producir el jamón serrano y han puesto fábricas a tutti plen no sólo para facilitar este manjar español a todos los chinos que ya se habían aficionado, sino también para cubrir las exportaciones que España controlaba.

Desde nuestro lado occidental, y concretamente desde España, se han puesto en marcha becas para que los jóvenes empiecen a adentrarse en el mundo asiático y generar confianza en las relaciones económicas con estos países. Los colegios españoles pioneros en formación académica, han añadido a sus programas el estudio del chino.

Bajo mi punto de vista no es tranquilizador este "despertar de China" augurado por Napoleón Bonaparte. Los chinos empezaron a venir allá por la década de los 80 y a establecerse con sus pequeñas tiendas de "todo a 100". Ahora estas tiendas están mutando a establecimientos más sofisticados pero igualmente con productos con precios sumamente competitivos, que ocupan locales que hasta ahora eran negocios españoles.

Madrid, sin ir más lejos, tiene una tienda regentada por un oriental en cada manzana. Los privilegios de la Hacienda pública hacia la apertura de un nuevo negocio son muy ventajosos y la picaresca asiática no se ha hecho esperar. Finalizado el plazo de la puesta en marcha de este negocio, el propietario lo cierra y abre otro nuevo bajo el nombre de un empresario compadre teniendo así la capacidad de aglutinar sus beneficios fiscales.

Ni siquiera es una ventaja para el propietario del local que comienza cobrando una suma a la altura de lo que el mercado ha venido marcando, al tercer mes de alquiler el chino se descuelga con que no puede enfrentar ese alquiler y se lo autorebaja a más de un 60%. Tal y como están las cosas, el chino se queda.

¿Y a nosotros que nos importa? Decía un joven concejal de Cultura hace unos días, "es estupenda la multiculturalidad, el mestizaje de la sociedad…."

No va de esto el tema, no me ponga en una trampa intelectualmente estúpida que de eso no se está hablando. El problema es importante y también le llega a Menorca y si no miren ustedes a su alrededor. Impulsar un negocio asiático es directamente proporcional a cerrar varios españoles y con ello ir al paro muchos de los nuestros.

Yo, por si acaso, me he puesto con el chino y ya se decir "bienvenidos" por si al menos podemos conseguir traer a descansar a Menorca a algunos de sus mil trescientos millones de habitantes.