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Si el eclipse del día 4 de enero hubiera sido total (fue parcial en toda su recorrido, curiosamente los tres eclipses previstos para este año son todos parciales) se le podía haber llamado "el eclipse del doble amanecer", como denominan los anales de la dinastía Chu a uno acaecido en la noche de los tiempos.

A las 5 y 20 de la mañana de aquel 21 de abril del año 898 antes de Cristo, los campesinos ya labraban la tierra en la lejana provincia china de Wendeng. Todo estaba oscuro y paulatinamente iba amaneciendo. La luz crecía y crecía como un día normal y lentamente se hacía de día. El sol permanecía aún debajo del horizonte pero su salida se adivinaba próxima. De repente se hizo noche cerrada de nuevo, salvo una delgada línea de luz que ocupaba los cuatro puntos cardinales.

Se veían de nuevo las estrellas, sopló un viento helado y los pájaros revoloteaban como si se hubieran vuelto locos.

Los labrantines llegaron a plantearse, incluso, volverse a la cama, pero el fenómeno duró poco (exactamente 3 minutos y 4 segundos). Pronto volvió la luz y todo el mundo regresó a sus tareas cotidianas.

¿Qué había ocurrido? Con el sol aún debajo del horizonte pero con el crepúsculo matutino ya muy avanzado, sobrevino el máximo de un eclipse total, que fue la causa del segundo oscurecimiento del cielo.

Los chinos tenían una muy peculiar opinión de los eclipses. Creían que un dragón devoraba periódicamente al sol.

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