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Del Roscón de Reyes, en Madrid, se consumirán en estas fechas navideñas miles y miles de kilos. Este lleva siempre en su interior una pequeña sorpresa. En el siglo pasado se ponía un haba y al que en su ración le tocaba el haba, tenía que pagar este bollo el próximo año. Lo del haba se ha ido perdiendo, ahora se ponen figuritas, algunas de porcelana o de otros materiales. Esta costumbre de la sorpresa en el roscón de reyes, la hemos tomado de la vecina Francia donde a un bollo navideño le introducían una moneda. Este año conozco de una pastelería en Madrid donde van a poner en uno de sus roscones un tubito plastificado y en su interior un vale por 500 euros. No está mal, 83.193 de las pesetas de antes. El pastelero lo lleva anunciando desde hace semanas. La idea le está dando resultado, pues a tenor de los encargos recibidos va a doblar o triplicar los más de 1000 kilos de roscones que vendió el año pasado.

Lo de las uvas para las 12 campanadas de fin de año sí es una costumbre española que ha empezado a exportarse con los emigrantes que regresan a sus países. Pero fíjense qué curioso: en la vecina Portugal, en vez de con uvas lo celebran con pasas. Es lo mismo, pero muy distinto.

Si se preguntan cuando coman estas Navidades el típico turrón, dónde nació esta dulcería, sepan que su origen es árabe. En puridad, toda la dulcería antigua que en sus componentes lleva almendra, descansa su origen en la cocina árabe. El cuscussó de Menorca es probablemente uno de los pocos dulces navideños que se sigue elaborando de la misma manera que se lo enseñaron a los menorquines los árabes, sobre todo cuando se elabora poniéndole miel en vez de azúcar. Los árabes que dominan Menorca en el siglo X, cuando Islam - el - Jaulani anexionó las Baleares al califato de Córdoba, y por eso también el resto del mundo no conocían qué cosa era el azúcar. Así que lo que endulzaban, lo endulzaban con miel.

Una curiosidad en torno a las fiestas de Navidad, que a más de uno le sorprenderá, es que en Inglaterra, en torno al año 1552, prohibieron las fiestas de Navidad y así estuvieron durante 108 años hasta que en el reinado de Carlos II volvieron a celebrarse.

Lo del pavo, o sea nuestro gall d'indi, que algunos se han pasado muchas horas intentando darnos sus orígenes gastronómicos, sepan que no es un plato navideño de origen estadounidense, su origen como componente de la típica cena navideña se debe a México y la introducción en España la tenemos que buscar en el siglo XVI, cuando los Aztecas lo guisaron para que lo comiera Hernán Cortés y como fue tan de su gusto, ordenó que se llevaran a España unos ejemplares.

Del árbol de Navidad les tengo que decir que, como tantas otras cosas, tiene un origen foráneo. Dicen quienes saben estas cosas que la costumbre empezó en Alemania, allá por el 1605 y fíjense, 224 años más tarde, es decir, en 1829, la perniciosa costumbre de cargarse un abeto para tenerlo unos días en casa llegó al Reino Unido y a España lo hizo el pasado siglo, pero con tal fuerza que ha ido desplazando a nuestro Belén. Bueno… nuestro, lo que se dice nuestro tampoco es el Belén, porque sus orígenes son Napolitanos. Ahora estamos ya en lo de los belenes vivientes, como nos ha pasado en la Semana Santa con la Pasión de Cristo.

Me imagino que ustedes se habrán preguntado alguna vez a qué esa costumbre de poner los zapatos o algún calcetín donde queremos que los Reyes Magos nos dejen los regalos. Déjenme que les diga, la costumbre nos vienen de Holanda, aunque en aquel país no se los ponen a los Reyes Magos si no a San Nicolás, el día 5 de diciembre. Pero lo curioso de verdad es que a los niños holandeses, San Nicolás les lleva los regalos desde España. Tal cual tenemos el panorama local entre crisis y controladores, confiemos en lo milagroso que es San Nicolás.