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La petición de dimisión del conseller de Turismo realizada por el PP no pasa de ser un brindis retórico propio del juego político, un recurso de crítica y desgaste contra el equipo de gobierno. Sin embargo, esta iniciativa enlaza con las divergencias mostradas por alguna patronal del sector y en conjunto revela el malestar político y profesional en torno a la política turística del Consell. Detalles como la demora en la incorporación del sector privado a la Fundació Destí, el incumplimiento de algunos acuerdos y cierto sentido de apropiación partidista de planes de amplia base han abierto una fisura de desconfianza entre los actores de este campo. No es de tensión, sin embargo, el clima que reclama la actividad que da fundamento a la economía menorquina, que hasta ahora se había caracterizado además por el consenso y la colaboración de los diversos estamentos. La inversión de dinero público en acciones de promoción ha alcanzado el año pasado las más altas cotas conocidas hasta ahora y ha de exigirse una satisfacción y rentabilidad proporcionales a ese esfuerzo. En ese objetivo es primordial recuperar la participación y complicidad de patronales y partidos y propiciar un pacto institucional para la política turística.