Este domingo también ha habido elecciones en Haití. Tendrán menos eco que las catalanas y también que el partido del año, el Madrid-Barcelona del lunes. Pero son unas elecciones decisivas, cuando se cumple casi un año del terrible terremoto que dejó entre 250.000 y 300.000 muertos y el país sigue a la intemperie. Aún hay cadáveres sin rescatar debajo de los escombros. Aún permanecen derruidos un 90 por ciento de los edificios de Puerto Príncipe. Más de 600.000 personas abandonaron la capital haitiana, con una mano delante y otra detrás, y no saben si podrán volver. Muchos han llegado a la vecina República Dominicana donde no hay trabajo y son objeto de abusos y hasta de revanchas por historias pasadas.
Muchos de los alimentos y de los materiales que se enviaron -que se siguen enviando- se venden sin ocultación en los mercados de las ciudades. Muchos grupos de manifestantes asaltan los depósitos y almacenes y roban la comida destinada a alimentar a los niños que sobrevivieron en el terremoto y a los enfermos. La desnutrición crece y la producción nacional se ha parado. Entre la falta de medios, los alimentos recibidos del exterior y los que se compran fuera, Haití no produce prácticamente nada. El huracán Thomas y la reciente epidemia de cólera han sido el remate: más de 20.000 afectados y más de 1.600 muertos, muchos de ellos no identificados. Las terribles imágenes de una mujer muerta, desnuda, o de un niño abandonado en las calles de Puerto Príncipe no dejan indiferente a nadie.
Los profesores que sobrevivieron están haciendo de psiquiatras y de psicólogos, tratando de recuperar a los niños y a las familias después de una tragedia tras otra. Cerca de 10.000 ONGs, no todas trigo limpio, se han convertido en un Estado paralelo, manejan un presupuesto cercano al PIB del país y proveen el 80 por ciento de los servicios sociales. Hoy por hoy, son imprescindibles, porque no hay Gobierno ni autoridad.
En medio de la corrupción, no parece haber una clase dirigente capaz de sacar al país adelante. Haití ocupa uno de los últimos lugares en el Ranking de Transparencia Internacional. Los partidos que concurren a las elecciones temen e fraude y no se espera que nadie consiga en las urnas la fuerza necesaria para levantar el país. La reconstrucción nacional, a pesar de la ola de solidaridad que se produjo, no ha empezado y en 2011, cuando ya haya nuevo Gobierno -puede haber una segunda vuelta el 12 de diciembre-, éste deberá recibir los 10.000 millones de dólares prometidos por los países donantes. Tal vez la crisis haga que esta cifra se reduzca, pero la comunidad internacional no puede dejar sola a Haití. Hay que darle los instrumentos necesarios para que aborde su reconstrucción. Hay que garantizar la correcta utilización de los fondos recibidos para que lleguen a los que lo necesitan. Haití es uno de los países más pobres del mundo. No puede ser, además, uno de los más olvidados.
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