1960. Algunas de las novedades de aquella década - Archivo M. Caules

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Se arrancó la primera página del calendario de la casa Ferré, la de los vinos, algunas madres cambiaron al acto, la imagen que ofrecía. Aquel año de 1960, se vaticinaba con grandes avances. La joven del anuario lucía un gran escote, algo que resultaba poco reverente, imposible de poder presidir cualquier hogar que se diera de católico i gent sèria. Con un pedazo de papel se le tapó el escote simulando una blusa con manga corta y cuello alto, pegado con un consabido pegamento hecho a base de harina y agua, con el mismo que se pegaban los cromos de las colecciones infantiles. Fue la hija de la casa, la encargada de pintarle una cadena en color amarillo simulando el oro, pendiendo una gran medalla con una imagen de alguna virgen.

Efectivamente 1960, fue muy satisfactorio en todos los ámbitos. La bisutería, hacia girar la rueda de toda clase de productividad. Lo dije y de nuevo lo repito, los bisuteros ganaban a mansalva, compraban terrenos, edificaban, y precisamente ahí se movía la rueda que era un auténtico placer, haciendo girar a arquitectos, permisos del ayuntamiento, constructores, albañiles, peones, carpinteros, electricistas, fontaneros, cristaleros. Después llegaba la segunda fase, la compra de mobiliario, lámparas, ropa de casa, menaje. Aquellos mismos amos de estos negocios adquirían coches, dando trabajo a talleres mecánicos y la rueda iba girando, las esposas se vestían en las mejores modistas, tras haber adquirido, las telas en, La Fantasía, Terrés, Casa Marcos, Fortuny ,Casals, Alejandra, Marisa, calzando zapatos hechos a medida, las fábricas de estos ramos, daban trabajo a cantidad de empleados. En las peluquerías, se debía pedir día y hora, sin olvidar las largas horas de cola que los niños hacían principalmente con motivo de las fiestas más señaladas.

Y hablando de colas, quien ha olvidado las producidas los sábados y los domingos en las taquillas de los cines. Época en que se acostumbraban los consabidos abonos.
Los domingos, las familias acudían a la iglesia tots junts, había un respeto, los bares y cafés se llenaban, las calles de Mahón era una auténtica fiesta, celebrándose con pasteles que sus sabores no sabían a sucedáneos. Y así podría extenderme, al igual que lo hice en otras ocasiones.

No voy a caer en el grave error de escribir que todo fue mejor, porque no fue así, se cometieron muchos errores. Entre ellos cambiar viviendas de planta baja, por un tercero o cuarto piso sin ascensor. Lo de vivir en un piso fèia molt mudat. Principalmente los jóvenes matrimonios, sin pensar que los años pasan y hoy muchos de ellos se encuentran sitiados en lo alto del palomar sin poder apenas bajar a la calle.

Tras esta especie de exposición de cómo era mi isla, tan sólo me cabe añadir que el bum fue para los hombres del campo. Menudo cambio .Cambiaron el arado por el pico y la pala, el ordeño por ir amasando la arena con el cemento y la recogida de la fruta por el pesado ejercicio de darle a la cuerda que pendía desde lo alto en una curriola, subiendo y bajando capazos.

Para aquellos payeses, resultaba un alivio, el levantarse por la mañana y dirigirse as tornall, a las doce y media iban a comer, empezaban a las dos hasta las siete, y llegado el sábado al mediodía cobraban el semanal y hasta el lunes, podían disponer del tiempo empleándolo para cuanto quisieran.

Mientras tanto, Gori, el de las motoras, continuaba con los pinitos del Agente Comercial, el señor Sastre, presidente de dicho colegio lo invitó entrara a formar parte, lo que hizo en octubre de 1958, aludiendo que el día de mañana, seria favorecido por el mismo, etc. Algo que resultó un timo ya que al jubilarse, nada se supo de donde habían ido a parar la cantidad de duros que los representantes habían ido aportando.

Por aquel entonces, recién iniciada la urbanización de S'Algar, Miguel Perelló Pons, encargado de levantar varios edificios, visitó a Gori, movido por sus ansias de poseer una hormigonera MOM con motor a gasolina, así fue como se convirtió en el primer constructor que trabajó con una de éstas en nuestra ciudad, haciendo lo propio, Pedro Vinent, Comesa, Francisco Mercadal, Antonio Humbert
Alayor- Juan Salom Riudavets. Mario Pons. José Jiménez.
Mercadal.- Lorenzo Pons. Tarcisio Coll.
Ciudadela.- Antonio Camps.
Villacarlos.- Juan Rotger.
Propietarios de hormigoneras LIOGA 160 litros, con motor a gasolina 2'5 HP refrigerados por aire.
Mahón.-Rafael Sintes, Basilio Ferrer, Antonio Mercadal, Humbert y Prats, Juan Piris, Domingo Goñalons, Hipólito Mercadal, Francisco Mercadal, Pedro Vinent, José Sastre, Carretero y Timoner y por último Francisco Vinent.
Alayor.- Antonio Quintana, José Jiménez, José Palliser, Lorenzo Camps, Rafael Sintes Sintes.
San Cristóbal.- Juan Moll Pons.
Ferrerias.- Sebastián Pons Barber.
Ciudadela.- Hermanos Salesianos, Manuel Rosello Biescas, Antonio Moll, Fábrica de Mosaicos. Antonio Camps. Juan Gener. Gabriel Moll.

El que la mezcla de cemento, arena y agua fuese girando al tiempo que se amasaba, sin esfuerzo alguno, se le unió lo que se conoció como grúa pluma. El motor iba situado sobre una especie de pie triangular, en el catálogo se ofrecía de la siguiente manera:
Grua Humsa, para elevar hasta 300 kilos de peso, con pluma extensible, en 1965, era su precio de 14.500 pesetas. La eléctrica con dos corrientes, 15.288. La de gasolina con un motor de 2 HP y 30 metros de cable, 13.650.

El año 1962, Gregorio Caules, no se conformó, con visitar la feria de muestras barcelonesa, finalizado el recorrido por sus stands, subió al tren que lo llevaría hasta Zaragoza. Precisamente en el restaurante La Pérgola, uno de los más importantes del recinto ferial, conoció a un grupo de contratistas zaragozanos, que le informaron de un paisano, que por aquel entonces estaba haciendo auténticos pinitos para que los albañiles pudieran disfrutar de una grúa con motor, ya que en muchos lugares no se disponía de electricidad. Este fue el motivo de que Gori, visitara la tierra que veneraba a la Virgen del Pilar, el como buen católico y muy practicante hizo lo propio.

Aquel año, regresó más jovial que nunca, la alegría de poder ofrecer a los maestros de obras, una grúa pluma con una carga hasta de 500 kilos con motor diesel, era el motivo de su alegría. Su precio de 39.430 pesetas.

Añadir que a todos estos precios que voy ofreciendo, se le debía añadir el transporte. Gori, trabajaba con la Agencia Express, el señor Salvador Femeninas, junto a su cuñada Margarita y mas tarde Aurelia una jovencísima muchacha que ayudaba a su padre mientras iba aprendiendo de su tía, una mujer que servía muchísimo para el trabajo de oficina. Tenían el despacho en la calle Anuncivay, donde por tiempo se guardaban los carruajes de la familia Oliver, desde donde partían las galeras d'En Berruga hacia las distintas poblaciones de la Isla, a principios del siglo XX.

La agencia Exprés, debido a su gran volumen de trabajo, debió cambiarse de domicilio, bajando al Andén de Levante, siendo vecinos del bar Rosales, regentado por de mi tío Francisco Valverde Cavalcanti.

Al rememorar, aquel pedacito de Baixamar, lo hago desde mi más profundo sentimiento observando veleros, el buque correo, camiones, y carros, infinidad de éstos pasando con su carga, mientras los soldados desembarcaban del suyo la carga frente la fabrica de harinas La Minerva del señor Bosch.


(De estos trabajos que estoy realizando de la mecanización y las nuevas tecnologías surtidas en la Isla queda totalmente prohibida su reproducción, por ser originales de esta servidora)