Se supone que los partidos políticos son quienes representan y defienden los intereses de los ciudadanos. Pero, de hecho, no los de todos. Sólo los de los que votan. Sin embargo, las decisiones que surgen de las urnas sí afectan a la vida de todos, a los que votan y a los que no. Hacer dejación de la posibilidad de cambiar lo que no gusta es despreciar la posibilidad de intentar cambiar las cosas establecidas.
Los que no quieren votar creen que no serán responsables de las decisiones de los políticos elegidos, pero sí lo son (y en grado sumo) ya que con su abstención permiten que otros decidan por ellos y persista una situación que, a esos que no votan, no les gusta. La pescadilla que se muerde la cola.
Incluso los bienintencionados defensores del voto en blanco (computable o no) son responsables del mantenimiento de una situación que dicen querer cambiar. La ley no contempla los escaños electos vacíos ya que ello es contrario al sistema representativo (de personas físicas) que se sustancia en las elecciones. Elegir es libertad. No elegir es ayudar a perpetuar lo que existe. Mostrar la protesta (con un escaño que no vota ni influye) no ayuda a solucionar los problemas aunque ésta esté bien fundamentada. Hay que estar "ahí", en política, para hacer el cambio. Otras veces hemos recordado que muchos creen ya que votar a nuevos partidos con un ideario claro en pro de la regeneración democrática es el buen camino para conseguir los mismos fines que los que proponen ejercer aquel bucólico voto en blanco.
Situados en Menorca vemos como de cada año aumentan las protestas y las quejas contra los políticos y sus decisiones pero también vemos como llegado el momento de poder cambiarlos una gran masa social menorquina no reacciona y, con ello, sigue alimentando la abstención. Ello permite la continuidad de la situación establecida sin posibilidad de cambiarla.
Hay que recordar que un 41,30 % de menorquines no quisieron votar en las pasadas elecciones al Consell Insular. Otro tanto por ciento incluso mayor no lo hicieron para decidir la composición del Parlament Balear. En parecidas cifras, se sitúan las abstenciones a los diferentes ayuntamientos.
La abstención aumenta por causas diferentes. Unas, quizás las menos, por desafección efectiva con el sistema democrático, otras, sin duda las más, por desencanto con los políticos y otras por castigo a lo que muchos consideran un fraude.
Observando los candidatos de los distintos partidos vemos como muchos de ellos no incentivan a los votantes bien por inducir a una falta de confianza en su labor ya conocida (los que repiten) como por no hacer creíble la posibilidad de que los nuevos candidatos cumplan con las promesas propuestas al elector. Existe una evidente falta de confianza. Muchos ha sido ya engañados tantas veces que ya no pueden volver a creer en nadie ni en nada..
Los viejos partidos han sido especialistas en incumplir todas las promesas habidas y por haber. Desde aquel alcalde de Mahón que prometió que no cambiaría el nombre de la ciudad y después sí lo hizo de forma miserable, hasta candidatos que prometieron libertad lingüística y después impusieron el Decreto de Mínimos que lamina la efectiva libertad lingüística.
La casta política se ha profesionalizado y ello justifica la abstención de muchos que consideran que no tienen por qué depositar su voto para dar de comer a quienes no saben hacer otra cosa que obedecer ciegamente a sus jefes políticos para que, en las siguientes elecciones, les vuelvan a poner en otra futura lista electoral para seguir mamando del erario público. No quieren respaldar a quienes son incapaces de levantarse en defensa del ciudadano en lugar de continuar medrando en el partido que les da de comer. A todos nos repugnan los trepas.
La política debería ser una aportación puntual y tasada a favor de tus conciudadanos pero nunca una profesión estable. Muchos creen que esto es utópico pero las revoluciones sirven para que las utopías se conviertan en realidad. Aboguemos por renovar la ilusión de los ciudadanos. Aboguemos por la revolución democrática.
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