Lorenzo Pons junto a un compañero trabajando en el adoquinado de la calle Buen Aire de Mahón - Archivo M. Caules

TW
0

No se trata de un trabajo dit i fet. Hace años lo voy condimentando, tal cual le comenté, al hijo de Antoni Seguí de Sant Lluís. Aquella misma noche de agosto, que fui visitada por el redactor con motivo de que le explicara cómo y el porqué su padre empezó a usar maquinaria, dándole precios de materiales que él mismo adquirió del mío y que el periodista desconocía, haciéndole saber de mis ansias en publicar cuanto sé del tema de la construcción, que por cierto sin ánimos de fardar, pero sí de llamar las cosas por su nombre, sé bastante… claro que sí que estoy enterada del inicio de la maquinaria, y cómo fue la cosa en aquella Menorca en sus años de vino y rosas, como alguien llamó a ses coses guapes.

Crecí en aquel mundo, entre maquinas de todas clases y modelos, incluso llegué a ser según decían los propios clientes de Can Gori, la primera mujer en Menorca que veían atender aquel mundo más apropiado al varonil. Incluso llegue a recibir varias proposiciones de fabricantes de la Península, para que trabajara con ellos. De entre los mismos, jamás olvidaré al director de la fabrica Moexsa, que se desplazó ex profeso, desde Zaragoza, para que ocupara un puesto de gran relevancia, cosa que mi padre, que estava molt gelós de jo, no admitió y a mí me dolió en el alma, jamás lo olvidé.

Mahón, febrero de 1956.- Gregorio Caules Llull, sin comerlo ni beberlo y mucho menos ir a buscarlo, se vio sorprendido por don Antonio Borrull, un catalán, residente en la capital balear, donde había sido destinado por la firma Motores de Explosión S. A. La oficina se encontraba en la calle Aragón 45 de Palma de Mallorca.

El encuentro tuvo lugar en el puerto de Mahón, no podía ser de otra manera, donde pasaba día y noche entre barcas y su taller de la calle de Santa Catalina, siempre entre motores marinos. Al tal Borrull, la casa central le había delegado el hacerse con Gori, que iba de mecánico con las motoras de La Mola.

Hoy recuerdo al señor Borrull, con su hablar difícil de interpretar, medio catalán, ampurdanés o Déu sap què. Aquella misma noche ya cenó con nosotros, y es que Gori, para esto era especial, hacía las amistades con gran rapidez. Aquella cena representó mucho para mí, fue la primera vez que alguien me regalaba una caja de bombones, la cual fue adquirida en Las Delicias, del señor Parpal, esquina Prieto y Caules con la plaza Bastión, según fui leyendo en el fino papel de seda mientras desenvolvía el obsequio.

Tras escuchar la proposición que se le hizo, mi padre se entusiasmó, tanto que al día siguiente cambió su ropa azul, la de mecánico, por un traje recién hecho por su sastre y amigo Luis Aznar. Aquel medio día no vino a comer, ni el otro, ni tampoco el siguiente, yendo y viniendo con el catalán que le ofrecía fuese su representante. El señor Borrull, quedo eclipsado con él, todo el mundo le conocía, abriéndole las puertas de par. y es que Gori era un homo especial, molt especial.

Borrull, regresó, a su punto de destino, muy contento, no había para menos, en su bloc de pedidos figuraban seis motobombas marca Sturm, que el propio Gori amén de cobrar comisión por las ventas, cuidaría de colocarlos, en diferentes fincas para subir el agua de los pozos, pudiendo regar sus campos. Muy pronto, otros tantos serían añadidos en aquel bloc.

El primer Sturm-64, lo adquirió, doña Antoñita de Lamo, continuando, don Guillermo de Olives, Pedro Pons Olives, el señor Pons Pons que había sido alcalde de Alayor, Leopoldo Victory, el señor Borrás farmacéutico de Villa Carlos.

Éste fue el primer paso que dio mi padre, frente a lo que le invitaría ir modernizando primero el campo, al mismo tiempo que lo haría en el ramo de la construcción motivándolo aliviar las faenas de los hombres.

En estos instantes haré punto y aparte, dejaré cuanto podría decir de su época Moexsa, introduciéndome en el callejón que lo condujo cap as mestres de cases.

Se vivía el final de los años cincuenta. Desde el verano del 56, al llegar junio, Gori, embarcaba con el vapor correo, movido por visitar la Exposición o feria de muestras de Barcelona. Su regreso, era esperado, siempre lo hacia cargado de innovaciones. En aquella ocasión había contactado con un hombre que le había encantado, definiéndolo como un alma gemela. Se llamaba Ramón Ramón, vivía en Esparraguera, mecánico, que se había inventado una cuba, que funcionaba con un pequeño motor eléctrico, después llegaría el trifásico, Iba sobrepuesto sobre un soporte que por medio de dos ruedas, tenia fácil movilidad. Decir que aquella hormigonera fue un éxito, tanto que se vendían solas. Bueno… esto es un decir, los albañiles del momento, antes de comprarla, tuvieron que verla funcionar una y otra vez.

Fueron los primeros propietarios…

Mahón. Juan Coll Piris. Miguel Perelló Pons. Pedro Vinent. COMESA. Santiago Columbrans. Francisco Mercadal Juanico. Francisco Tudurí Pons. Antonio Humbert. Juan Galmés Ferrer. Miguel Perelló Pons (este señor, tan sólo hacía un mes que había adquirido la segunda hormigonera que llegaba a la isla).
Alaior. Juan Salom Riudavets.
San Cristóbal. Miguel Pons Subirats.
Villacarlos. Anselmo Olives Noguera.
Ferreries. Sebastián Pons Barber.
Ciutadella. Bartolomé Camps Moll, Juan Moll Pons. Bartolomé Marqués y José Marqués Moll.

Éste fue el orden de ventas, de las diecisiete primeras hormigoneras que Caules Llull vendió en la isla.

A partir de ahí, hubo innovaciones, fabricándose las trifásicas y mas tarde la misma hormigonera con motor Campeón a gasolina.

Recuerdo que las mismas llegaron a ser un auténtico suplicio, no feien per avarias. La idea era buenísima, manejables, muy prácticas, pero el invento se encontraba a medio camino y, hoy lo digo orgullosa, no faltaria més, gracias a que Gori era un buen mecánico, ocasión que aprovechó el de Esparraguera, siguiendo los consejos que le daba el de Mahón, que de motores sabía un rato largo, llevando a cabo cuantas rectificaciones debían hacerse para su buen funcionamiento. Tal como había hecho el señor Enrique Solé de Martorell, en sus motores marinos, y es que rectificar es de sabios.

Antes de continuar, debo aclarar que la primera hormigonera basculante de 160 litros, o sea que nada tiene que ver con las pequeñas MOM, las rojas, como llegaron a ser conocidas por estar pintadas y aún hoy continúan con el mismo tono. La vendió Caules Llul, a los constructores, señores Rafael Sintes Pons y el señor Basilio Ferrer Ferrá, para llevar a cabo el primer edificio que se levantó en el Cós Nou, para ubicar lo que sería la nueva central eléctrica. Por mediación de Motores de Explosión S.A. ya que la casa Lioga, una de las más prestigiosas en aquellas fechas en material de construcción, colocaba los motores Moexsa.

Casualmente, la mentalidad del momento estaba abierto a modernizarse, viendo con buenos ojos los adelantos del motorista de La Mola. De momento era el único en la isla que disponía del mismo, deberían pasar muchos años a que otros hicieran lo propio.


Hoy, cuando miro atrás y lo contrasto con el porvenir que espera a los jóvenes españoles, no puedo por menos que admirar a los de antaño.
(Continuará, hay tanto por decir…)