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Viernes 15 de octubre, festividad dedicada a una de las mujeres más grandes de todos los tiempos, la española Teresa de Ávila. No recuerdo exactamente si serían las nueve o nueve y treinta, cuando subía por el camino que conduce a Trepucó. Con cantidad de baches, otro tanto de enderrossalls, paredes que por ser tan viejas, con la lluvia se han ido derrumbando, como dice el filatero, nos espera un invierno de repica talons.

Preguntándome…¿con la falta de aparceros en las fincas, a quien corresponde levantar de nuevo las medianeras? Tal cual el refranero, por uno o por otro, la casa sin barrer.

Lo del titubeo del horario, es debido a que las mañanas coincido con los que acuden a la misa de 10 que todos los días celebra, D. Mateo Seguí de Vidal, acto, emotivo, a la vez que acogedor, muy místico, tal cual el celebrante . Me encanta. Es una lástima que el señor obispo, no le nombre para la de San José, me refiero a la iglesia del Hospital, permaneciendo tantas horas cerrada, ofreciendo tan escasos cultos a los que un día fueron feligreses. Estoy convencida y conmigo, las mujeres des talaiot de Trepucó, que llevaría las dos iglesias sin dificultad alguna.

Ya que estoy con el tema, aprovecharé para pedirle a D. Mateo, un favor i axí d'un tir mataré dos pardals.

¿Qué le parece D. Mateo, usted que es tan detallista, que le agradan las cosas bien hechas, si la Virgen de Gracia, nuestra patrona, quedara girada cara al público, toda la jornada? es algo que muchos agradecerían. Puede estar seguro de ello. Ya sé que el subir al camerino para orar a nuestra virgen es muy bonito. Pero lamentablemente, los mayores y otros que no lo son, pero les es imposible poder hacerlo, al llegar al pie del presbiterio, lloran la imposibilidad de encontrarse con la barrera que representa el no poder orar a los pies de nuestra patrona.

No crea que exagero, al decir que lloran, tuve la oportunidad de verlo infinidad de veces durante los años que estuve en el cargo de desadora entre otros menesteres. No en vano, en la actualidad, son severamente criticadas las barreras llamadas arquitectónicas, en museos, cines, espectáculos, paseos, bibliotecas, bares, restaurantes, teatros, inclusive, se han ido rebajando a la vez que eliminando los muros de las aceras de las ciudades, y tal como le digo más arriba, no es justo que la iglesia, la que nos invita a amarnos los unos a los otros, ayudarnos etc, no haya puesto remedio primero a los dos escalones con que se topa al llegar a la iglesia, los dos del presbiterio cap amunt y a continuación los 8 ó 10 con que cuenta la susodicha escalera.

Por favor, señor obispo, y cuantos están a su lado para resolver esta clase de problemas, después de haber leído la presente, no la tire a la papelera, antes bien, piénsenlo i posin fil a l'agulla el problema es mucho más grave y urgente de lo que puedan imaginar.

No dudo que nadie como usted don Mateo, fiel seguidor del Evangelio, lo comprenderá y sabrá dar acertada respuesta a este dilema, que nadie se atreve ni se ha atrevido jamás a exponerlo en voz alta, por miedo a la negativa, o al qué dirán. Usted me conoce de fa estona y sabe muy bien que esta servidora no se avergüenza de ello, todo lo contrario. Al señor Cots (EPD) le respondía con todo mi respeto… usted, empezó a venir con su padre, siendo un niño que ja caminava, mientras que el mío, me subió en brazos al camerino, cuando no tenía ni quince días era una filleta de bulquim. A través de mis xerradetes lo he dicho infinidad de veces, arriba, en el camerino empecé a dar mis primeros pasos cap a la mare de deueta.

Espero que usted, mi apreciado don Mateo, sepa comprender la cantidad de personas imposibilitadas, que no pueden por mucho que lo deseen, ni subir, ni bajar , estoy convencida que su manera de ser y su gran corazón, se apiadará de todos ellos. Gracias don Mateo, gracias por cuanto hace y ha hecho en bien de la iglesia. Entre otras cosas, los reclinatorios, tan efectivos para los rezos, algo que se agradece.

Dice Agadet que me he ido por los cerros de Úbeda, efectivamente, debía dar contestación a una carta recién recibida y al citar la ermita, por la que paso todos los días de camino, quan davall sa llet a sa lecheria y de regreso, he considerado el momento oportuno, para pedir algo, tan necesario. Así es que he anat de can bel·lo a can catel·lo.

Ahora sí, le corresponde el turno al señor Ventura. Aquella mañana justo llegar a la finca, sonó el teléfono, se trataba de Vanesa la recepcionista del diario "Menorca", comunicándome que disponían de una carta recibida de Córdoba.

Enganché en Blancu al carretón y me dispuse a bajar, no tan rápido como deseaba, mi mulo está mayor, camina xanu, xanu deberé llevarlo al homeópata, tal como hacían nuestros abuelos, aquellos viejos l'amos, que no sabían de letra, pero sí de efectivos remedios.

Mientras iba de bajada, pensaba una y otra vez, quién podría escribirme desde tan lejos, repasando mi archivo personal, dándome cuenta que no conozco, ningún cordobés, a no ser el famoso torero, del que fui una admiradora, en sus tiempos. Al principio de 1960, que la televisión española en blanco y negro, ofrecía las corridas más importantes que se celebraban, comentadas por Matías Prats. Solía ser a las 6 de la tarde, hora propicia para sentarse mi madre con sus amigas en aquella cocina que hacía las veces de salón, sala de estar, comedor y un sinfín de cosas más, entre ellas planchaba, y por la noche después de cenar, jugábamos al parchís.

No creo que al remitente de la carta le sepa mal si añado cuatro cositas más de aquel lugar. Recuerdo que fue una de aquellas tardes de toros, en que mi madre, estrenó la cafetera Oroley. Una gran novedad, con ella se dejó de hervir el café en la pequeña olla de porcelana roja, debiéndose colar en un colador de tela, una especie de manga sujetada por un aro de aluminio.

Fue un gran acierto el que tuvo mi padre, la compró en la feria de muestras de aquel verano del 60. Todos los años regresaba de barcelona con alguna novedad, la de la cafetera fue un exitazo, tanto que cuando volvió en otoño compró una para cada una de las tertulianas de sa cuina de can Gori.

De nuevo le pido disculpas señor remitente, esta vez no le voy a fallar y darle su merecida contestación.

Al leer el remite, sus iniciales M. V. Limosner, me sonaron a algo conocido, como si no fuese la primera vez. Mientras iba subiendo el recodo del camino, me vino a la memoria sobre los Limosner, comerciantes de aquel Mahón, en la calle del Castillo y la calle Nueva. Pero más me sonaba de una tal señora Ester Limosner, que estaba casada con un militar. Mamá Teresa me explicaba, que le habían hecho el ajuar en casa de na Treseta, una de las modistas más importantes donde ella y su amiga Juanita Sintes, aprendieron a coser.

Aquella especie de Coco Chanel, vestía a las señoras más ricas de la ciudad. Disponía de muestrario, todo ello en los años veinte. El día de la boda la familia Limosner mandó con dos criadas una olla de chocolate y ensaimadas al taller de modistillas, en la calle de las Moreras, todo un detalle. Con el paso de los años, destinaron a su esposo, no recuerdo exactamente si a Marruecos o Melilla, pero sí que Teresa, la maestra de maestras en el arte de la costura, le continuaba cosiendo sus vestidos, una de las mozas, con medidas muy parecidas, servía de modelo para la modista.

Cuál no fue mi sorpresa al leer la carta, efectivamente se trataba de don Manuel Ventura Limosner, pedagogo, escritor, ex inspector de Enseñanza primaria y político, tal cual lo describió Josep Maria Quintana, en la presentación con motivo de una conferencia, sobre Camus, los Limosner y la Guerra Civil, que tuvo a bien ofertar allá por el 2008.

El que este señor sea un lector de esta servidora, me va bastar per no dinar ni sopar en una setmana. Gracias señor y gracias por el disket tan bonito sobre la explosión de flores en el mes de mayo como usted llama a su preciosa Córdoba, a partir de este momento en mi archivo personal, ya figura un buen amigo cordobés, don Manuel Ventura Limosner.