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El año pasado desaparecieron más de doscientos comercios, pequeñas empresas víctimas de una situación económica adversa que deja sus efectos en todas las esferas de la actividad. También se crearon algunas, muchas menos de las que cerraron sus puertas, un proceso de renovación natural definido ahora por un reajuste forzado a causa de la caída del consumo. El dato está en consonancia con el aumento del paro, el cierre de empresas y el temor extendido entre la sociedad y encaja en el contexto de los indicadores a la baja que registra la generalidad de los sectores.

El del comercio se ve además afectado por una segunda circunstancia, las grandes superficies están ganando mercado y el consumidor cambiando los hábitos de la compra tradicional, la concentración de productos sustituye la proximidad como criterio de selección del cliente. La consecuencia perceptible es una transformación más profunda que afecta a la estructura, fisonomía y personalidad de los pueblos y ciudades y por ello ha de ser contemplada con una perspectiva más amplia que la crisis general del momento y atendida quizá -el plan director de comercio así parece intentarlo- con especial interés.