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Sin esfuerzo no hay recompensa", proclama uno de los eslóganes repetidos actualmente en varias emisoras televisivas y de radio.

El citado eslogan era una de las pautas totalmente asumida en la función educativa de las anteriores generaciones, y contribuía a formar personas responsables en la trayectoria de su vida, exigentes con su trabajo, y constantes hacia la consecución de las metas de autorrealización asumidas por cada uno.

Proclamar esta idea actualmente obedece a la tendencia a rectificar un falso concepto educativo que se había difundido últimamente contrario a la necesidad del esfuerzo, permisivo del querer caprichoso de los educandos.

Formar el carácter -expresión que, tal vez, no agrade a ciertas tendencias permisivas-, que incluye el valor del esfuerzo, es tarea imprescindible para lograr el máximo equilibrio psíquico.

Ciertamente la exigencia educativa del esfuerzo debería imbuirse de forma deportiva, con alegría, convenciendo, no de forma espartana.