TW
0

Pasearse en otoño por un renacido Central Park es sin duda uno de los grandes placeres sensuales del que puede disfrutar hoy un visitante a Nueva York. Admirar (y oler) el precioso manto vegetal que forman las hojas caídas de los olmos americanos allí plantados es un sugestivo escenario que relaja y reconforta.

Si hace unas décadas la imagen de este parque, uno de los iconos y símbolo de esta ciudad, presentaba un estado de abandono, en los últimos años ha vivido un renacimiento "facial" que convierte esta visita en un goce extraordinario. No ajeno a ello es comprobar cómo las famosas ardillas que lo pueblan a centenares siguen ahí y que la gran cantidad de especies de aves que anidan en toda su extensión conforman un espacio público vivo a pesar de ser un parque encorsetado y encerrado entre la mayor aglomeración de cemento del mundo. Una prueba evidente de que la Naturaleza no necesita de subvenciones para subsistir. Se mantiene y se regenera por sí misma.

Recorrer sus múltiples senderos y visitar sus recónditos rincones es recordar multitud de películas que han sido filmadas en aquellos escenarios. Entrando desde la calle 72 oeste, y después de dejar el Strawberry Fields (mosaico dedicado al recuerdo de John Lennon que fue asesinado a escasos metros del lugar frente al edificio Dakota, su casa, en el cruce de Central Park West con la 72) atraviesas su parte central para llegar, ya en la parte este, al Museo Metropolitano de Nueva York. Un reconfortante paseo desde la cultura musical de finales del siglo XX a la cultura universal que alberga el MET. Desde allí, después, te adentras ya en la cosmopolita y glamorosa Quinta Avenida.

Nueva York, la ciudad que nunca duerme según asegura la canción de Frank Sinatra y que confirma la realidad, debe de ser una de las ciudades más libres del mundo (aunque mosquea mucho que a todo lo largo de esa Quinta Avenida no encuentras ni un puñetero bar -aunque sí docenas de coffee shops- donde tomar una cerveza en condiciones), pero la ciudad es un territorio comanche perfecto. Lo que buscas, finalmente encuentras.

No es extraño que el flamante Premio Nobel Mario Vargas Llosa tenga un apartamento en Manhattan, en el "top of the world". El escritor peruano nacionalizado también español (e implicado en la política española a través de la Presidencia que ostenta de la Fundación Progreso y Democracia de UPyD) es un amante de la libertad y uno de los afortunados mortales que puede disponer de vivienda en su país de origen, Perú, en su país de adopción, España, y en la capital del mundo New York.

Vargas Llosa es un declarado no nacionalista. Debe de encontrarse cómodo entre el "melting pot" que es la ciudad americana. En una entrevista publicada en "El País" en 2006 comparaba los nacionalismos con el racismo: "el nacionalismo es una aberración, es la cultura de los incultos, una entelequia ideológica construida de manera tan obtusa y primaria como el racismo, que hace de la pertenencia a una abstracción colectivista -la nación- el valor supremo y el credencial privilegiado de un individuo".

En otras ocasiones ha declarado que: "El nacionalismo, lo mismo el centralista que los periféricos, es una catástrofe en todas sus manifestaciones". "El nacionalismo es siempre fuente de crispación, de confrontación y de violencia, y eso no excluye al nacionalismo que juega a la democracia al mismo tiempo que a la exclusión". "El desafío mayor que tiene la cultura de la libertad, de la democracia en nuestro tiempo, viene de los nacionalismos". "Creo que, en última instancia, el nacionalismo está reñido con la democracia. Aunque hay que diferenciar el nacionalismo de pistoleros terroristas del nacionalismo burgués de CIU o PNV. Pero si usted escarba en las raíces ideológicas del nacionalismo, éstas son un rechazo de las formas democráticas, un rechazo a la coexistencia en la diversidad, que es la esencia de la democracia. Por eso yo combato el nacionalismo en todas sus manifestaciones".

Efectivamente, la libertad y la cultura están reñidas con las imposiciones. Lo sabemos por experiencia propia. Felicidades por el Premio, amigo Mario.